Lolo Yeyé estaba harto de limpiarse con una piedra después de defecar. A sus 10 años era algo que no entendía muy bien. Por eso bendijo el día en el que descubrió las bondades de bañarse en la alberca después de aliviarse. Era un tipo ingenioso el chaval. Por desgracia, no todo el mundo lo veía así. Su padre se enteró y su sentido del humor no abarcaba el amplio espectro del hijo. Solo tuvo que acecharlo en lo alto de la colina y en cuanto Lolo empezó a obrar sus milagros salió de su escondite para asombro de nuestro héroe, el cual no tuvo más remedio que correr colina abajo perseguido por un progenitor furioso que le daba de hostias mientras cada cierto espacio, el hijo soltaba parte de su valiosa carga. Por supuesto la persecución acabó con Lolo tirándose en la alberca.
Y es que, ¡la higiene es lo primero!
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