lunes, 27 de julio de 2009

istanbul: de aksaray a kabataş

Istanbul, el epítome de la megalópolis hecha carne, sudor, aromas y contrastes sin fin. Después de sobrevivir al choque implacable de vendedores de todo tipo de mercancías acosando al extranjero hasta la extenuación, ofreciendo ofertas "irrenunciables", tirando de él hacia el interior de sus locales, después de esto digo, se puede empezar a gozar de una ciudad incomparable. Por su ambiente vibrante y por su historia milenaria, por sus mezquitas y monumentos, por su caos circulatorio. Los nervios de punta y el cerebro en continua estimulación.


El recuento de sus joyas y momentos impagables sería interminable. Por supuesto que nada como empezar con una visita a la plaza situada entre Santa Sofía y la Mezquita Azul. Resulta impresionante situarse en Ayasofya Meydani al anochecer mientras los muecín llaman al rezo. Un escalofrío recorre tu cuerpo mientras las voces se elevan y se entrecruzan como estableciendo un diálogo de llamada - respuesta que quita el aliento.

Después hay que adentrarse en el interior de ambas joyas arquitectónicas, y claro, llegan las comparaciones. Que si me gusta más la decoración interior de la Mezquita Azul, que si apabulla el tratar de alcanzar con la vista la altura imposible de la cúpula de Santa Sofía... Que no, que solo se trata de disfrutar de dos lugares únicos y sin comparación posible, aunque he de decir que el peso de casi 1500 años que cae sobre el visitante a Santa Sofía es indescriptible.


























Como indescriptibe resulta el vecino palacio Topkapı, residencia de los sultanes de belleza exquisita y acogedora. Un palacio situado en una colina privilegiada, tal vez la que más, que mira a dos mares y que se beneficia de las brisas, los aires y la visión de unas aguas que embrujan.














De otra pasta está hecho el palacio de Dolmabahçe, de un estilo claramente europeo, construido en el siglo XIX. Fue residencia de sultanes y de Atatürk, padre de la patria turca, culpable de muchas de las reformas que diferencian a Turquía del resto de países de la órbita islámica. El establecimiento de un estado laico y el uso del alfabeto latino son solo dos de las más destacadas. Cualquiera se mete con él. Por cierto es delito hacerlo.





Después de tanta visita, nada como relajarse con el humo de un buen nargile. Las pipas de agua son la excusa perfecta para relacionarse y pasar las horas muertas. Esto para los turcos. Para el turista ocasional sirven para expansionarse y hacer el tonto. Algo que se nos da bastante bien.

Aunque claro, si hablamos de relajarse, pocas cosas habrá en el mundo como un hamam. Y dentro de ellos, pocos tan famosos como los baños Çemberlitaş. Una experiencia imprescindible si vas a Estambul, aunque la primera impresión es que te echan cubos de agua como si lavaran a un coche. Mientras, tu colega se descojona a voz en grito para sorpresa y gozo del personal y propio. Tras el escándalo organizado llega el momento del masaje con óleos perfumados. Un instante para la eternidad que cuesta cerca de 50 €. Hay que vivirlo.


Estambul es una ciudad partida por el agua. El mar se adentra en sus entrañas y la divide de manera irremisible. Está la división entre la zona europea y la asiática, pero la europea a su vez está dividida también por el famoso cuerno de oro. Esta extensión de agua debe su nombre a los reflejos dorados que provoca la luz solar al atardecer. Ningún sitio para percibir esto como la torre de Gálata. Este dominio genovés servía de torre de vigilancia. Ahora se puede subir a ella por un ascensor y dominar la ciudad en una panorámica de 360º que quita el hipo. Y para rematarlo, una cenita a sus pies.

















Siguiendo con el tema marítimo, no podemos olvidarnos del Bósforo. Este mítico estrecho hace de frontera entre Asia y Europa y ha estado muy presente en la mitología clásica. No se puede uno resistir a cruzarlo en uno de los transbordadores para ir a la orilla asiática o para alcanzar las Islas de los Príncipes (Adalar), zona de veraneo que saca su nombre de los miembros de la nobleza otomana que eran exiliados allí. Para evitar que dieran problemas, a veces se les sacaban los ojos, de ahí el sangriento nombre de Adalar = islas rojas.












Y ya sé que me olvido muchas cosas... Una cenita marinera en Kumkapı, el Gran Bazar (Kapalıçarşı), las cisternas y alguna que otra cosa en la que no caigo ahora. Es imposible resumir séis días intensos en una de las ciudades más vibrantes del globo en solo unas lineas. La idea principal, como casi siempre... Hay que ir para entender todo este rollo.

2 comentarios:

  1. :'( que envidia macho...

    Por cierto y esa foto homo-gay? que tienes que contar de ella?

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  2. tengo poca defensa... el calor, el agüita...

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