sábado, 6 de febrero de 2010

momentazo #10: el laberinto de los osos


Impresionante lo que ha hecho el señor Herzog con las 100 horas de grabación que dejó el naturalista Timothy Treadwell. Este "hombre oso" subyuga por su carga emotiva y cierta cualidad esquiva. Y eso que la historia empujaba hacia el lado del morbo y el gore más insensible. Por suerte el cineasta alemán ha sabido ensamblar las grabaciones de campo de un personaje intrigante y volátil. Un loco diría cualquiera. Y… sí, de acuerdo con las convenciones de lo que Tim llamaba "el mundo de los humanos", estamos ante uno de los locos más locos que hayan existido.

Lo que choca es que acabemos sintiendo empatía por una persona que parecía mostrar tal desprecio por la propia vida en pos de la persecución de una vida superior. El retorno a la naturaleza, el buen salvaje, los ritos de iniciación… ninguno sirve para explicar por completo la mentalidad de un ser único que tenía que convivir con un caos interior insoportable. Quizá la naturaleza, sus amados osos fueran los únicos capaces de dar sentido a su vida. Lo que está claro es que parece en todo momento saber hacia dónde se dirige. Hacia un final trágico que redondea el círculo y da coherencia a todas sus acciones.

Me viene a la mente la reflexión que hace el Herzog narrador. Afirma que en ninguna de las imágenes ha visto comprensión o afecto en la cara de los osos, sino la indiferencia brutal de la naturaleza con la comida como única preocupación. Y sin embargo para Treadwell eran sus amigos más íntimos. No hay que darle más vueltas. Con osos o lo que se quiera, volvemos a las simas más negras de la condición humana.

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