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Se entregaban en cada concierto, en cada acorde, hasta acabar consumidos. No es extraño que duraran poco (la vuelta reciente ni la cuento como necesaria). Las tres obras maestras que entregaron coincidían en actitud extrema y agresión sónica y sin embargo son totalmente diferentes.
El primero se llamaría The Stooges (69) ***** y fue una apuesta de un tío loco d
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Fun House (70) ***** fue un paso adelante decidido y basado en los delicados intereses de Iggy. Su gusto por el free jazz, el funk y la vanguardia apenas logró teñir un disco de rock tenso y abrupto. La inclusión de un saxo beodo y descarrilado en algunos temas añadió voltaje a la tormenta y el producto que salió se venera hoy como uno de los logros más impresionantes de rock libre y obsesivo. Una joya inmarchitable que yo colocaría en la cima de todo lo que han hecho, de todo lo que se hizo en 1970 y (casi) de todo lo que se hizo en la década. Apabullante. Tan solo hay que
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Raw Power (73) ***** El grupo quedó hecho cenizas tras el disco anterior y no parecía posible que volvieran. Hasta que un tal Bowie mostró interés por las andanzas de la iguana y después de varios intentos con diversos músicos, el de Detroit decidió reflotar la banda con la inclusión de James Williamson a la guitarra. El bajo recaería en el antiguo guitarrista Ron Asheton. Así grabaron un disco que tenía que aspirar a lo imposible: superar Fun House. No lo hizo pero sí que mantuvo el listón de la maestría con un sonido más agudo y afilado y clasicazos inmortales del nivel de "Search & Destroy", "Gimme Danger", "Raw Power" o "Shake Appeal". Esto sí fue el final por varias décadas. Y ¡qué final!
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