The Velvet Underground - LIVE MCMXCIII ** (93). Plátano metalizado y terciopelo azul en la portada. Elegancia y clase, algo que nunca ha sido lo mejor para definir a The Velvet Underground. "Aquí estamos 28 años después…", dice Lou en "Velvet Nursery Rhyme" y la pregunta que surge de inmediato es, ¿para qué? Cualquier motivo que den me parecerá, cuando menos, sospechoso. Máxime cuando me hundo en la escucha y compruebo que los augurios de la portada iban a ser más ciertos de lo que imaginaba. Por mucho que se atrevan con "The Gift" o "Black Angel's Death Song" (maniobra pretenciosa por otra parte) no se puede tolerar que "Venus in Furs" se convierta en una baladita de mechero perdiendo toda su perversión. Lo de "Beginning to See the Light" no tiene nombre, como tampoco el pretender colar un "I Heard Her Call My Name" sin las oleadas de distorsión caliente del original. Las improvisaciones de "Some Kinda Love" y "Hey Mr. Rain" tienen más miga y nos dejan ver de refilón el espíritu aventurero olvidado hace décadas. Poco más salvaría de un disco en el que Lou Reed canta las canciones como si las hubiera compuesto en su carrera en solitario (como le da la gana), se van pasando el micro como en un tributo a viejas glorias, las dos que canta Moe Tucker sirven para que el público arrecie en sus jaleos, y toda la gloria de una música que fue nueva se reduce a rock and roll directo y a la encía. No eran estos los músicos que nos erizaron el vello más de una vez.
Morbo contra nostalgia. Vence la nostalgia, una palabra que difícilmente casa con el grupo más transgresor, influyente y personal que haya existido jamás. Estas dos horas largas casi consiguen cargarse una reputación. La Velvet nunca fue un grupo de estadio y resulta difícil explicarle eso al que escuche este disco. Y reconozco que me hubiera encantado verlos aunque fuera en este show. Si se hubiera quedado ahí, sería un momento efímero, un recuerdo para el espectador. Lo malo es que al quedar grabado queda también expuesto a la opinión del respetable y no, no me gusta esta sombra, este pálido reflejo, esta comercialización banal, este apresamiento en lata de lo que una vez fue libre y salvaje. La prueba irrefutable de que todo tiempo pasado siempre fue mejor.
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