miércoles, 26 de mayo de 2010

trick or trick? #8: ¡que le corten la cabeza!


Pasan las semanas y no logro digerir la última de Tim Burton. Alicia en el País de las Maravillas es un pedrusco infumable que no hace más que poner sobre la mesa más dudas acerca del talento del realizador norteamericano. Me da igual que no haya escrito la película. Cuando uno tiene un sello tan personal es el responsable último de todo lo que pase por sus manos. Y ese sello está bastante patente en la estética. Bonita, de acuerdo, pero que no consigue maquillar un intento de algo que toma el nombre de la obra de Lewis Carroll para que el resultado desmerezca en todo a Alicia en el País de las Maravillas (1865) y A través del espejo (1871).

No es la primera vez que se combinan ambas obras de Carroll en una adaptación cinematográfica. Lo que ofrece esta versión, en cambio, sí que es nuevo... Y bastante pobre. Porque a pesar de maquillarla con los guiños de rigor (oruga en la camisa del pretendiente de Alicia, la futura suegra que quiere cambiar las rosas blancas del jardín por otras rojas...) conectando lo onírico y la realidad, el viaje de esta Alicia crecidita, ese retorno a un mundo en el que ya estuvo se resume en muy poca cosa. Ella es la enviada para matar a un dragón. Llamémoslo Galimatazo, pensemos que se enfrenta a sus miedos y a un futuro que odia, vale, pero la verdad es que coge una espada y mata a un dragón. Confundir las obras de Carroll con Narnia o El Hobbit es peligroso e indica que, o bien Burton no ha comprendido nada (cosa que dudo), o se está riendo de alguien (nosotros, Hollywood, Disney...). De todas formas si se trata de lo segundo, maldita gracia que hace. La misma que la Reina Blanca con sus maneras ridículas y ese sombrerero loco que es Johnny Depp en el que el exceso se sale de la pantalla para sepultar al expectador en histrionismo y afectación vacua e insensata. Se podían haber hecho muchas cosas con esta obra. Cosas que no tuvieran nada que ver con el original, pero ¡matar a un dragón! Creo que la dulzura venenosa de los libros daba para mucho más.

PD: No quisiera dejar de mencionar la Deliranza, el baile del sombrerero en el que lo absurdo y lo ridículo alcanza cotas inimaginables. Un motivo más para que hagan caso al cartel: ¡GUARDEN SU DINERO!

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