No, nunca me van a impresionar los virtuosos mal entendidos. Los que olvidan el brillo de una melodía directa y se enzarzan en devaneos histriónicos, engolados y de una pompa insufrible. Poco o nada me importa el que toquen el bajo con el meñique, trunquen el ritmo ochenta veces en un mismo tema o sean tan buenos que puedan hacer sonar su instrumento solo con el pensamiento. Si esto no va acompañado de emoción sincera y/o tralla eléctrica directa a la médula, se lo pueden guardar donde les quepa.
No hablemos ya de los momentos "delicados". Solo podrán disfrutarlos dos tipos de oyente: todos esos que no se cansan de decir que "las baladas heavies son las mejores" y aquellos que consideran un musical como "la experiencia melómana definitiva". Ni que decir tiene que no estoy en ninguno de los dos grupos.
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