viernes, 3 de agosto de 2012

momentazo #109: el diablo me persigue



Un hombre sin pasado (Mies vailla menneisyyttä) **** (Aki Kaurismäki, 2002)

El segundo capítulo de la "trilogía finlandesa" de Kaurismäki es un nuevo canto a los desheredados. En la presentación de su película de 2006, "Luces al atardecer", el realizador afirmaba jocoso que "Finlandia es el país más rico y feliz de la tierra". Ironía malsana y cruel si nos acercamos a su filmografía.

En "Un hombre sin pasado", el protagonista es apaleado y despojado de todo, incluyendo su nombre y su memoria. A partir de aquí es acogido por una pareja de indigentes y ayudado por el ejército de salvación. En este entorno encontrará el amor a la vez que irá tratando de reconducir su vida. Kaurismäki denuncia el abismo social entre clases y el árido camino vital de los sin techo aunque a la vez se preocupa de dignificar la miseria. El hogar del protagonista, un contenedor de mercancías abandonado, es el mejor símbolo de esta idea, así como las ropas que consigue en un almacén de caridad. Ambos elementos poseen una dignidad extraña que enlaza con la no-actuación de unos personajes hieráticos y carentes de emoción. Así todo parece tan aséptico e indoloro como la idiosincrasia nórdica que late en cada plano y en cada frase.

En la película no todo es pesimismo. Es cierto que el peso de los requerimientos sociales parecen aplastar por momentos a un protagonista que, no lo olvidemos, no tiene nombre. No puede por tanto abrirse una cuenta bancaria, no puede encontrar un trabajo y no puede colaborar con la policía cuando le exigen que se identifique. Aún así, este hombre condenado a vivir al margen es capaz de crear esperanza a su alrededor, ya sea a través de la música o de su paso firme hacia delante. Al fin y al cabo no tiene nada que dejar atrás. Esa es su tragedia y su esperanza. Empezar de nuevo, aun desde lo más bajo, sin deudas que saldar, sin culpas, sin miedos.

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