Fiebre de vivir (Moris, 1978)
ROCK URBANO. No hay mejor cronista que el que viene de fuera. Hay muchos ejemplos de ello, sin ir más lejos, Hemingway y sus retratos de la 1ª Guerra Mundial o de la "Fiesta" española. Algo de eso encontramos en Mauricio Birabent, "Moris", un argentino que en este disco emocionante retrata el pulso de la ciudad como nadie hasta entonces y me atrevería a decir, desde entonces. La ciudad no está en la imaginación, es Madrid, y el tributo es sentido y vivido, a veces duro, a veces declaración de amor eterno.
A Moris le gusta rockear fuerte y así es como sella en nuestro idioma las adaptaciones de clásicos eternos del rhythm & blues y el rock & roll norteamericano. Junto a ellas conviven letras y músicas enteramente suyas que son las que dan enjundia al disco. Porque si grandiosas son "Zapatos de gamuza azul" o "¿Qué dije?", son gemas como "La ciudad no tiene fin", "Nocturno de princesa" o "Balada de Madrid" las que muestran la personalidad diferente, única del rockero argentino. Así, en este disco se confunden lo propio con lo ajeno, la poesía con el ripio dudoso, y el rajo rock con la nostalgia porteña. Es la obra madura de un pionero injustamente infravalorado.
"Fiebre de vivir" es el tercer disco de Moris y es una obra que fluye viva y radiante, rocosa y dulce, como un río de asfalto, y nos recuerda con toda su imperfección que nada supera al hecho de sentirse vivo.
★★★★☆
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