domingo, 1 de febrero de 2015

icono #3: tan duro y romántico como la ciudad que amaba

Todo el mundo conoce Nueva York. No hace falta haber ido. Sus calles, sus rascacielos, su nervio, han estado tan omnipresentes en el cine que es reconocible a primera vista. Nadie como Woody Allen ha retratado la ciudad de sus amores. Y nunca como en esa oda a Nueva York que es Manhattan (1979).


 Con pulso vibrante y ese fluir líquido que marcan el ritmo de los amores y desamores retrata el caos existencial del ser humano moderno. Y entre tanta indecisión y falta de comunicación hay algún instante para declarar amor eterno. Una pausa eterna junto al puente de Brooklyn. Un instante único en lo pictórico y en lo poético. Una declaración de amor a una ciudad, sus habitantes y a una forma imperfecta y única de ver las cosas.

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