Entre el cielo y el suelo (Mecano, 1986)
POP. Cuarto disco de una carrera frenética. El momento culminante para un grupo que, a pesar de todo, puede llamarse único. Entre el cielo y el suelo supone la sublimación de una forma de ver el pop. La urgencia y la ingenuidad adolescente les queda un poco lejos ya, aunque da sus últimos coletazos en pildorazos hormonados que agitan un trabajo de fondo maduro, sereno e inteligente.
La médula espinal de esta obra es una parte esencial de nuestra historia. Los tres temas que todo el mundo conoce son los momentos clave, no solo del disco, sino quizás de todos los 80. Por más que las escuchemos no podremos cansarnos de sus múltiples detalles. Su eternidad nos subyuga con sus historias trágicas y perfectamente narradas, con ese crescendo de cuerdas majestuoso en "Hijo de la luna", ese piano mágico en "Me cuesta tanto olvidarte" o ese estribillo estremecedor en "Cruz de navajas". Tres canciones que elevan a José María Cano directamente al altar de los clásicos.
A estos tres momentos impagables habría que equiparar las algo más leves, pero igualmente disfrutables, "Ay qué pesado", "Esta es la historia de un amor" o "No es serio este cementerio". Ejemplos que muestran el monstruoso estado de forma de los madrileños. Piezas que van sumando y hacen que te olvides de otros temas no tan buenos que no acaban de dañar el estatus de un disco legendario. O no lo que en principio deberían. Cima. ¿Y a partir de aquí?...
★★★★☆
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