Starsailor (Tim Buckley, 1970)
EXPERIMENTAL / JAZZ
VANGUARDIA - experimento cósmico
Si te apetece relajarte, oir un poquito de guitarrita y hundirte en el sillón, huye de este disco. Como de la peste. No te dejes engatusar por la sonrisa afable de Tim, ni por el carrusel juguetón que es "Moulin Rouge", ni por la leyenda de esa "Song to the Siren" que cualquiera ha cantado con más brillo, más lustre y, también, más aburrida ortodoxia.
Aquí no hablamos de versiones más o menos lucidas. Esto es la fuente. En cuanto a la canción mencionada y en cuanto al experimento vocal per se. Aquí Tim Buckley raya en la locura en un intento por estirar la dificultad de su disco anterior en busca de los límites de la cordura y el sentimiento. Para ello se vale de su mejor instrumento, su voz infinita y cegadora. El albatros al que siguen sin pestañear los vientos, contrabajos y pianos en un intento por alcanzar un destino que desde el principio se antoja inexistente. Lo que pasa es que a veces no importa a dónde se va, sino el trayecto, y aquí este es alucinante. Free jazz, gritos animales y el corazón en la boca son el combustible para una singladura sin igual por las estrellas.
El disco empieza perezoso y raro como un perro verde, una mezcla que no ayuda. Tenemos que esperar a "Monterey" para "disfrutar" del primer tortazo en toda regla. Se trata de una melopea desquiciada que azuza a un Buckley desatado. En ella nos azota con su inmenso rango vocal, con su expresionismo, con su vuelo acrobático sin red. Todo un descoloque que se acentúa con la continuación, una ortodoxa, graciosa y preciosa "Moulin Rouge". Un contraste brutal que queda despedazado de nuevo con el vuelo planeador de esa maravilla llamada "Song to the Siren", canción que es obligatorio visitar una y otra vez en su toma original para comprobar lo bien que le sientan los hierbajos eléctricos, la hojarasca y la libertad extrema. Una libertad que se duplica en la apertura de la cara B con una infernal "Jungle Fire" y que no pierde fuelle con los fantasmas que pueblan la tétrica canción titular, una psicofonía escalofriante que te pone de los nervios. Y no crean que se queda contento con eso. La penúltima es igual de desquiciante y cuando ya creemos que no podemos más nos suelta la trompeta fronteriza con la que abre el glorioso cierre, "Down by the Borderline". Un colofón que nos quita todas las dudas a base, otra vez, de base rítmica minimalista e insistente e incursiones en terrenos inexplorados por parte de los vientos y, cómo no, la voz, esa voz indescriptible, críptica, aguda como la eternidad.
Realmente después de su escaso minutaje, "Starsailor" te deja una sensación extraña. A la placidez que sigue a su extinción acompaña un regusto casi sabroso. Una mezcla de satisfacción y tristeza. Al principio puedes creer que es porque no has entendido nada, pero te lo vuelves a poner y compruebas que no, que esa tristeza se parece mucho a lo que se siente cuando se acaba un libro que estás disfrutando con deleite. No quieres que termine, pero quieres saber qué pasa al final, aunque te duela.
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