COUNTRY. Esta música tiene esa extraña cualidad que tienen las cosas buenas. No está hecha para las prisas, está cocinada a fuego lento y como tal no va a apabullarte a la primera. El disco señero de la Parton, con todas las alabanzas que ha cosechado siempre, me resultaba aburrido y predecible en las primeras escuchas. No veía nada que echarme a la boca con todo ese convencionalismo que rodea tanto a él como a la artista.
Sí, hay que reconocer que hoy en día no resulta fácil creerse a Dolly Parton. Su imagen está demasiado ligada a lo más kitsch e incluso retrógrado de la sociedad norteamericana. Su aspecto cuidado hasta el extremo, sus películas almibaradas e insoportables y toda esa blandura que ella misma ha potenciado como bandera de la América bonita e impoluta, falsa y plastificada, no juega a favor del buscador de las verdades más profundas de la música.
"Coat of Many Colors" acaba demostrando que todo eso, como mínimo, es matizable. Aquí la Parton expone de manera sutil y grácil sus orígenes humildes y se deleita en la tristeza y el amor. Entre rasgueos de country canónico y dulce como el maíz, y bluegrass despendolado pero siempre en su sitio, redondea un disco buenísimo. Una obra que está casi en las antípodas de lo que me apasiona, pero que tras un puñado de escuchas me transmite emociones intensas. Sobre todo después de darme de bruces con un video en el que Dolly arpegia la canción en directo para proyectar esa voz que me acaba anegando. Y claro, todos mis prejuicios se volatilizan.
Un disco valioso que para mí no puede ser una obra maestra, pero que es mucho más profundo de lo que pueda aparentar.
★★★★☆
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