lunes, 27 de julio de 2020

El escenario y las calorías


More Songs About Buildings and Food (Talking Heads, 1978)
ART ROCK

Con un título genial, este segundo disco de los neoyorquinos los coloca a la cabeza de la vanguardia de un rock inconformista con el ansia expresiva siempre en el punto de mira. "Más canciones sobre edificios y comida", frase surgida de una broma, no puede ser más explícita ni más precisa. Porque al fin y al cabo, toda la música, el arte en realidad, habla de espacios y combustible, de cubrir las necesidades básicas para vivir la vida en toda su intensidad. Sin el escenario ni las calorías, no hay amor ni aventura posible. De eso va esto, del arte como necesidad básica.

Una teoría enrevesada (y posiblemente alejada de la realidad) que pone a los de David Byrne como los más empollones de la clase, pero a la vez nos muestra que saben reirse de sí mismos. Aquí refinan todas sus habilidades gracias a su talento y a la ayuda de Brian Eno en la producción. Una alianza que se prolongaría durante dos discos más y que fue una retroalimentación en toda regla, un intercambio de ideas que ayudó a parir esta tríada de obras maestras. Una cooperación que no se quedaría ahí y culminaría con la creación entre Eno y Byrne del fantástico "My Life in the Bush of Ghosts" (1981), en el que ahondarían en su interés por los sonidos étnicos.



La contribución del ex-Roxy Music aquí es palpable sobre todo al poner a la base rítmica en primer plano acercando el sonido del grupo a ese funk que ya estaba en su ADN y hasta a la música disco. Un colchón un tanto extraño, pero realmente poderoso para los aguijonazos poéticos de David Byrne, sus guitarrazos impúdicos y esa forma de cantar entre el trance y la posesión demoníaca. Una música más sofisticada que en su debut, con más matices y que se va desplegando en un crescendo tema a tema hasta el climax eléctrico de "Stay Hungry".

Después vendría el cierre con su primer éxito como tal, una versión fastuosa del "Take Me to the River" de Al Green, y con una "The Big Country" en la que Byrne hace gala de su famosa mala leche para atacar al provincianismo y la vida en el campo frente a la más elevada vida urbanita que reconoce no ser capaz de abandonar por nada del mundo. Así te lo suelta, sin anestesia, como el ritmo imparable de un disco de esos que se te echan al cuello y que no te puedes quitar de encima en semanas. Un disco profético, clave para entender qué le iba a pasar al rock cuando el punk se consumiera en su propia conflagración. ¡Y estamos en 1978!

★½
 

Tres de los cuatro componentes originales se conocieron en la Escuela de Diseño de Rhode Island, en Providence. Concretamente, David Byrne, Chris Frantz y Tina Weymouth. Los dos primeros llegaron incluso a formar un grupo durante esos años (1971-72) llamado The Artistics. Tina aprendió a tocar el bajo después, cuando trabajaban en el germen de lo que sería Talking Heads ya en NYC y no encontraban a ningún bajista. Jerry Harrison a los teclados y guitarra se uniría más tarde proveniente de los Modern Lovers de Jonathan Richman, pero ya estaba más que claro que lo de este grupo iba a ir de la mano de lo artístico desde el minuto cero. Sin ir más lejos, la portada de este disco, compuesta por 529 polaroids ensambladas para retratar a los cuatro miembros del grupo ya muestra que aquí hay una profundidad que no encontramos en cualquier banda.

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