The Colour of Spring (Talk Talk, 1986)
POP NEO-ROMÁNTICO
Una ligereza indetectable en este giro de timón. Un disco que no renuncia a lo accesible, pero que en su elegancia agónica, en esos coqueteos con el jazz insomne y en ese amor por los espacios abiertos y por colorear el silencio ya anuncia, o mejor atestigua, las habilidades que iban a encumbrarlos como uno de los placeres desconocidos más suculentos para el explorador más inquieto. Porque a pesar de lo bien que se vendió el disco, los tiros de sus futuros movimientos no iban a ir exactamente por ahí, con la decepción que eso traería para su discográfica.
Con todo, aquí se les percibe dispuestos a comerse el mundo. Eso es más que apreciable en pelotazos ochenteros del calibre de "I Don't Believe in You", "Living in Another World" o "Time It's Time", piezas de ritmo feroz y atracción irresistible que, no obstante, distraen más que aclaran. Y es que la clave de lo que serían Talk Talk, su secreto inconfesable, estaba agazapada en temas como "April 5th" o "Chameleon Day", partituras evanescentes en las que manda el silencio y unos ambientes en duermevela que, si bien no son para todo el mundo, crecen y crecen con las escuchas por su sonido entre enigmático y ominoso.
Un ejemplo perfecto de lo grandes que fueron los ochenta. Una década que nos venden como el colmo de lo superficial, lo plastificado y la pose, cuando en realidad contiene algunos de los mejores momentos de la historia de la música grabada. Lo que pasa es que estas glorias no son las que te van a poner en la tele ni en las revistas de tendencias. Para llegar a esto hay que mancharse, meterse de lleno en el fango y rebuscar con las dos manos. Eso sí, la recompensa hará que todo ese esfuerzo merezca la pena.
★★★★☆
"El color de la primavera", a pesar de sus gotitas de hieratismo, acaba eclosionando en una explosión de color y pasión que lo hace primo siquiera lejano de versos de gigantes como John Keats. Como en esta introducción a su archifamoso poema Endymion, en la que el poeta celebra la belleza y la vida.
A thing of beauty is a joy for ever:
Its loveliness increases; it will never
Pass into nothingness; but still will keep
A bower quiet for us, and a sleep
Full of sweet dreams, and health, and quiet breathing.
Therefore, on every morrow, are we wreathing
A flowery band to bind us to the earth,
Spite of despondence, of the inhuman dearth
Of noble natures, of the gloomy days,
Of all the unhealthy and o’er-darkened ways
Made for our searching: yes, in spite of all,
Some shape of beauty moves away the pall
From our dark spirits. Such the sun, the moon,
Trees old and young, sprouting a shady boon
For simple sheep; and such are daffodils
With the green world they live in; and clear rills
That for themselves a cooling covert make
‘Gainst the hot season; the mid forest brake,
Rich with a sprinkling of fair musk-rose blooms.
John Keats, Endymion
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