martes, 4 de agosto de 2020

Potajito funk

 
Speaking in Tongues (Talking Heads, 1983)
ART ROCK

Estamos ante la supuesta caida en desgracia de Talking Heads, vendiéndose sin pudor al mainstream al empezar a hacer una música mucho más digerible por el gran público. O al menos muchos ven aquí el principio de la decadencia del combo. Cosas que por más que me pongo el disco no veo por ningún sitio.

Si Talking Heads empezaron a caer en su nivel inmaculado a partir de sus siguientes trabajos, aquí no se aprecia. No puedo creerme que, por mucho gancho que tengan cosas como "Burning Down the House", los fans más cerrados no sean capaces de apreciar el filo cortante de un funk blanco más funk que nunca. Un estilo al que se lanzan de cabeza haciendo su disco más bailable hasta la fecha. Puede que por eso haya cierta desconfianza hacia él. Ya sabemos que para muchos mover los pies es el antónimo de lo elevado y lo respetable intelectualmente hablando.




Pues para David Byrne y los suyos nunca fue así. Si hay quien los sigue tomando por unos ratones de biblioteca insufribles es que no se ha enterado de nada a estas alturas de la película. Con este disco parecen querer dejárnoslo clarito de una vez por todas. Un disco gloriosamente ochentero, rítmico y vibrante. Un álbum con una fuerza arrolladora, la materia prima perfecta para ese "Stop Making Sense" (1984) que les dirigiría Jonathan Demme para convertirlos en el icono que siempre han merecido ser. Otra muestra de la inspiración inagotable de una de las mejores bandas de la historia.

½
 


El título del disco alude al fenómeno de la glosolalia, ese lenguaje ininteligible en el que los enfermos mentales hablan en lo que parece otra lengua con palabras inventadas y a veces incluso de otros idiomas que el hablante no conocía previamente. Algo que tradicionalmente se ha asociado con la posesión demoníaca. Una posesión que a ratos parece atacar a David Byrne en el escenario y algo que no puedo dejar de unir al maravilloso personaje de Salvatore de Monferrato al que dio vida Umberto Ecco en su fastuosa novela, "El nombre de la rosa" (1980). En la memoria de toda una generación, este personaje siempre tendrá los rasgos del gran Ron Perlman, quien lo interpretó en la fantástica adaptación cinematográfica de Jean-Jacques Annaud.

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