New Day Rising (Hüsker Dü, 1985)
POST-HARDCORE. Nunca había entendido muy bien ese mantra que empareja los comienzos del rock alternativo con la aparición de bandas como Hüsker Dü, Black Flag o R.E.M. O sea, entiendo el concepto, pero me chirriaba colocar a los de Athens al lado de unos punkarras que tenían muy poco que ver con ellos. Ahora, por fin, lo he comprendido. Con este disco, Hüsker Dü parece darse la mano con los de Michael Stipe en una colección de canciones que dan un nuevo sentido a eso del almíbar rebozado en alambre de espino.
Dinosaur Jr. serían otra referencia válida, aunque estos surgieron algo después que los de Minesota. A estas alturas, para que se me entienda, Hüsker Dü publicaba su tercer álbum. Los de Amherst iban a sacar su primera referencia medio año después, además, bajo el nombre de Dinosaur, su primera encarnación. Por todo ello, en medio de una retroalimentación diversa y en mil direcciones, parece claro que los Dü fueron los influyentes aquí, y además con esta obra dejan clarinete que no estaban dispuestos a dar ni un paso atrás.
Todo viene de Zen Arcade (1984), el predecesor de este New Day Rising, un álbum doble que fue un punto y aparte, el big bang que dinamitó todo lo que venían haciendo hasta entonces para siempre. Ahora lo que tocaba era buscar alianzas con una melodía cada vez más en primer plano. Una melodía que no eliminaba la brutalidad en absoluto. Ahí seguía esa base rítmica, que era una auténtica apisonadora, pero con un componente imaginativo que cada vez ganaba más peso en el grupo, y también estaba el trabajo de Bob Mould a las guitarras, igual de agresivo e igual de emocional que siempre, lo que intensificaba el atractivo de unas canciones que ya no le tenían miedo a nada.
Por eso este disco es tan valioso dentro del canon de la banda. Porque asentó su sonido sin pensar en el qué dirán para ahondar en esas vetas abiertas con el anterior. Este no tiene el filo experimental de ese, busca una mayor concreción y se instala como el momento más digerible, más adictivo, y sí, más pop de todo lo que hicieran los de Minesota hasta la fecha. Un pop un tanto corrosivo, tengan cuidadín. Una nueva obra maestra en muy poco tiempo, y lo mejor de todo, sin perspectivas de aflojar.
★★★★☆
Este disco sabe a sol, a verano, a euforia, a todo lo bueno del mejor rock. Ruido, estribillos que te infectan para siempre, un truco hoy viejo, pero no entonces. En esa época era lo más novedoso, una nueva forma de combinar lo que ya habían inventado los Ramones. Más dulzura si cabe y más agresividad aún.
Y si eso lo sabían bien en algún sitio, ese era SST Records, sello fundado por Greg Ginn (Black Flag), que lo ha sido todo para el punk, el hardcore y la música alternativa norteamericana desde finales de los 70. No solo Hüsker Dü fueron los emblemas de la compañía. En un momento u otro por aquí pasaron mitos como Minutemen, Soundgarden, Sonic Youth o Dinosaur Jr. Un auténtico santoral del indie que se explica por sí mismo.
Pues bien, este disco suena a todo eso él solito. Por eso será que nos gusta tanto. Por eso, aunque todos sabemos que no llega a la hondura de Zen Arcade (1984), lo disfrutamos como ningún otro. A golpe de corazón. Al fin y al cabo, así se fabrican los mitos.
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