martes, 12 de julio de 2022

Magia negra

Sabbath Bloody Sabbath (Black Sabbath, 1973)

 

PROTO-METAL PROGRESIVO. El clásico por antonomasia de Black Sabbath se balancea en un equilibrio inestable que, lo mismo lo eleva a los altares, que amenaza con derribarlo al borde del abismo. Un equilibrio peligroso entre la luz y las tinieblas, entre la calidad y lo infumable y entre el rock sin fisuras de los riffs más clásicos del mundo y el rock progresivo de garrafón.

El grupo en general, y Tony Iommi en particular, llegaban exhaustos después de la gira mundial de un Vol. 4 (1972), que intentaron replicar en el álbum que nos ocupa. Para ello se instalaron en Los Angeles en busca de una inspiración que no llegaba ni a la de tres. Por eso decidieron volver al hogar en Gran Bretaña, donde se alquilaron un castillo en medio del bosque para conjurar a las musas. El ambiente medieval fue decisivo para que Iommi volviera a darse de bruces con un puñado de esos riffs geniales que consiguieron armar algunas de las canciones más reconocibles y queridas de su carrera.

Por supuesto estoy hablando del tema titular con el que abren, de "National Acrobat" (a partir de una idea de Geezer Butler con el bajo) y "Sabbra Cadabra". Sin duda, canciones infaltables en cualquier selección de lo mejor de la banda. Y sin duda también, lo único disfrutable en un disco que se acaba perdiendo entre instrumentales de teclado ampulosos y un tono progresivo dulzón y casi insultante cuando lo enfrentamos al rock de verdad de los tres temas mencionados.

Por todo esto tengo más problemas que pasión por el disco más clásico de Black Sabbath. Aquel del que todo el mundo habla. Aquel que me ha decepcionado más profundamente y que más pena me da no amar en lo que debería. Pero es que, por más que lo intento, no puedo.

★★★☆☆

A1 Sabbath Bloody Sabbath 5:42
A2 A National Acrobat 6:16
A3 Fluff 4:10
A4 Sabbra Cadabra 5:55
B1 Killing Yourself to Live 5:40
B2 Who Are You 4:10
B3 Looking for Today 4:59
B4 Spiral Architect 5:29
Total: 42:21

Este disco con todo su aire malsano, con esa portada en la que los demonios perturban el sueño del protagonista, me lleva directo a El exorcista (William Friedkin, 1973). También por el teclado que a modo de premonición abyecta sobrevuela aquí y allá. Y por supuesto por la coincidencia de que ambas obras fueran producidas en el mismo año.

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