Seventh Son of a Seventh Son (Iron Maiden, 1988)
HEAVY METAL. En este disco nos encontramos a los Maiden más progresivos y más ominosos a la vez, con una temática centrada como casi siempre en la lucha del bien y el mal, el cielo y el infierno y a la que añaden una idea central sacada de la mitología popular y de la novela fantástica de Orson Scott Card, Seventh Son. Muy apropiado para el séptimo disco de la banda, es bien sabido que el séptimo hijo de un séptimo hijo nace con una serie de poderes paranormales entre los que está la clarividencia, cosa en la que ahonda un Harris más visionario que nunca.
Una clarividencia que parece tocar al grupo en una serie inaugural de temas que lanzan al disco al firmamento como un cohete para virar a una trayectoria descendente muy clara desde "The Prophecy" y que culmina en ese final de estribillo infame, "Only the Good Die Young". Un desequilibrio que acaba pesando demasiado, aunque no tanto como para apartar al disco del grupo de cabeza de los mejores de la banda.
El canon de la Bestia está claramente establecido por los fans más acérrimos, repartiendo los tres primeros puestos en diferente orden, según los paladares, entre The Number of the Beast (1982), Powerslave (1984) y este Seventh Son of a Seventh Son (1988). Ni que decir tiene que discrepo respecto a los dos últimos y valoro más, por ejemplo, las dos obras de enganche entre los tres. Y no solo pondría por encima a esos Piece of Mind (1983) y Somewhere in Time (1986), sino también (y aún más) a ese debut homónimo en el que suenan con una mugre callejera en la que no han podido o no han querido ahondar desde entonces.
Buen disco, eso se lo concedo, con la personalidad suficiente y con el sonido que demanda su siniestrismo, pero también desequilibrado, y por muy progresivos que se quieran poner, más heavy que dios.
★★★☆☆
Total: 44:00
Si este disco es especial para los más fanáticos, debe ser en buena parte por una portada en la que juegan con lo onírico, lo metafórico y lo surrealista como nunca. Es imposible no trasladar inconscientemente todas esas intenciones a la música que suena, tratando de conectar ambas facetas.Que sea más o menos afortunada dicha concatenación es otro tema, pero que lo daliniano tiene su espacio en la séptima obra de los de Leyton también me parece indudable. Sea esto algo buscado o no y se haya logrado con mayor o menor acierto, ese paisaje helado y ese Eddie hecho vísceras y alma vaporosa me parecen de las cosas más potables que hayan parido Iron Maiden.
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