Let It Be (The Replacements, 1984)
ROCK. El salto definitivo de los Replacements los colocó fuera de la órbita de ese hardcore que intentaba fagocitarlos en sus comienzos. Y no debería ser algo sorprendente. Con este Let It Be (1984), su obra maestra más absoluta e irrefutable, estaban culminando un viaje que parecía ser tan obligatorio para los punkarras desenfrenados como la visita a La Meca para los musulmanes que se precien de serlo. No hay más que ver las trayectorias de las mejores bandas de hardcore para entender que esta evolución es totalmente inevitable. De Minor Threat/Fugazi a Black Flag y de Hüsker Dü a The Minutemen, la pausa, la atmósfera, el coqueteo con lo acústico y con lo melódico no es sino la culminación de sus planes de dominación, el cierre perfecto del círculo.
Sería por eso que Paul Westerberg dijera que este grupo de canciones eran "un poco más sinceras". Sería por eso que decidieran titular al álbum como el último de los Beatles, como para desfacer el entuerto de una despedida más que decepcionante para los Fab Four. Y sería por eso que aquí el punk fuera solo un ingrediente más, ni siquiera el más importante en este festín de pop, rock duro, distorsión, pianos y guitarras acústicas. Un festival emocional que para muchos inauguró el concepto de rock alternativo, pero al que yo veo tan clásico, tan rotundo y tan total que no puedo dejar de llamarlo rock a secas, con mayúsculas y con cada una de sus cuatro rutilantes letras.
Así suena el tercer álbum de los Replacements. Lo que no es tan fácil de describir es lo que es capaz de provocar en nuestra alma. Un álbum en el que podemos encontrar ecos de Bruce Springsteen, Pavement, R.E.M. y compañeros no siempre amistosos como Hüsker Dü. Influencias e influenciados que se mezclan en nuestro cerebro delante de una obra de las que no se escucha todos los días. Sobre todo si encima cuenta con una personalidad y una expresividad tan únicas como las que supieron verter aquí los de Mineápolis. En uno de los mejores discos de rock de los 80.
★★★★★
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