sábado, 21 de febrero de 2009

talk talk: paradise now!




Mi recomendación de hoy es un grupo británico que desarrolló su actividad entre 1981 y 1991. Diez años que dieron para mucho en una carrera variada y sorprendente. Al principio se les podría alinear entre el synth pop de los primeros ochenta, la new wave e incluso los nuevos románticos. No se asusten que estos chicos liderados por un geniecillo llamado Mark Hollis pronto se iban a desmarcar de los "postulados" embadurnados en laca de los Duran Duran y Spandau Ballet de turno. Tampoco es que nunca tuvieran demasiado que ver con ellos. Lo suyo siempre ha sido un pop de clase y elegancia. Bueno, no siempre.

Ya empezaron a tomar una senda memorable con The Colour of Spring (1986) donde sus himnos empezaban a llamear como si de unos Triffids o Echo & the Bunnymen se trataran. Siempre con elegancia y luminosidad pero ya anticipando las altas cotas en las que transformarían su música hasta entonces "accesible".

Todo iba a cambiar de forma más o menos brusca en 1988, año de publicación de su obra más rompedora, avanzada y personal hasta esa fecha. Spirit of Eden (1988) se puede decir que está fabricada con el material del que se hacen los sueños. Un álbum que tiene su cara A ocupada por una pieza de tres movimientos y 23 minutos de duración no es algo normalito. Máxime cuando se puede escuchar dicha pieza sin pedir la hora, con ansias de más. No se escatimó en casi nada para la creación de las atmósferas de este disco. Orquestas, coros de niños y ecos de iglesia tejen una obra impresionista y sincera. En las antípodas de lo artificial y empalagoso. Y por eso este disco puede atraer tanto a los seguidores del jazz como de la música clásica, los sonidos oscuros, el post-rock y los locos por el rock progresivo. Una experiencia, sin lugar a dudas.




Una experiencia que iban a desarrollar con resultados similares en su despedida, el sugerente Laughing Stock  (1991). Los tres años transcurridos desde la edición del anterior sirvieron para que el grupo se reafirmara y solidificara su postura ante la música. De esta idea de composición como algo serio, relevante, supremo, surgen las que pueden ser sus ideas más interesantes e influyentes. Sus discos iniciales están muy bien pero no tienen nada que ver con estas tres obras mayores. En la primera podemos rastrear tanto sus inicios como sus movimientos posteriores y en las dos últimas podemos regocijarnos con una aproximación mucho más abierta, arriesgada y, como suele suceder, gratificante.

Después de esto, poco se sabe de Hollis. Se apartó de la vida pública y, aparte de algún proyecto en solitario, de la música. Aquí tenéis este bocadito apetitoso a la discografía de una banda única. Hincadle el diente.

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