ROCK TEATRAL. Así entraron los Doors en la historia de la música. Por la puerta grande. Como solo unos pocos elegidos han sido capaces de hacerlo. Con la entrega de un obra monumental que hoy es un pedazo vivo de la historia del rock. Los Doors basaban su poder en las habilidades individuales de cuatro miembros que se convertían en una máquina musical épica. El resultado sobrepasaba lo que eran capaces de hacer de uno en uno. Todas las influencias de música clásica, guitarra flamenca, jazz y poesía maldita no eran nada especial por separado. Cuando unían fuerzas y se dejaban guiar por las visiones lisérgicas del chamán Jim Morrison, entonces demostraban todo su poder.
Y un gran poder conlleva una gran responsabilidad. De todas formas nada iba a limitar, coartar o intimidar a esta banda en su estreno, una demostración de que se podía ser diferente en la época de las flores y la primavera del amor. El rock de The Doors tenía poco que ver con los hijos de acuario. Era demasiado oscuro, se basaba en los postulados dionisiacos de Nietzsche, bebía de la poesía pagana de Arthur Rimbaud, de la maquinaria angelical de los beatniks, de la tragedia griega, de Chopin y de Willie Dixon. Toda esta amalgama de ruidos negros, cabareteros, tribales, urbanos... produjo un disco que selló el sonido único del grupo. Ese órgano de Manzarek, que era su seña de identidad, esos recitados y entonaciones de crooner o de niño salvaje por parte de Morrison, la guitarra punzante, pellizcada y sutil de Krieger y la batería espaciada, jazzy, precisa de Densmore.
Si se buscan momentos rockeros se pueden encontrar en "Break on Through", "Soul Kitchen", "Light My Fire" o "Take It as It Comes"; el toque blues todavía no era claro, aunque atruena en la rotunda "Back Door Man"; el cabaret centroeuropeo se abre paso a codazos con el clásico de Bertolt Brecht y Kurt Weill, "Alabama Song"; también hay piezas reflexivas, oscuras y envolventes como "The Crystal Ship" o "End of the Night". Pero, sin duda, en relación con este último grupo se lleva la palma "The End", improvisación edípica de más de 11 minutos, donde las piezas simplemente encajan sin ordenar un caos de música hindú u oriental, versos oníricos en los que la celebración de la muerte torna afirmación de la vida como un viaje por desiertos plagados de serpientes, carreteras de 8 millas de largo hacia el lago ancestral, hacia el asesinato del padre y el … con la madre. Devastador final para un disco alucinante.
★★★★★
A la hora de publicar "Light My Fire" como single se vieron con la dificultad de su larga duración, por lo que tuvieron que amputar el interludio con los solos de teclado y batería. Sin duda, eso la convertía en una pieza ñoña, convencional y sin miga. Aún así, triunfó rotundamente.
Es famosa la incidencia del show de Ed Sullivan, cuando presentando el disco tenían que tocar "Light My Fire". Como queda documentado en la película The Doors de Oliver Stone, no atendieron a la "sugerencia" de cambiar el verso "girl we couldn't get much higher" (chica, no podríamos colocarnos más) porque no era apropiado para la TV. Al ser en directo no pudieron censurarlo aunque eso les valió el veto del programa en el futuro.
Sí que en la discográfica lograron censurar partes de "Break On Through" y "The End". En la primera sustituyeron "she gets high" (ella se coloca) por "she gets, she gets". En la segunda simplemente eliminaron todos los "fuck" que bramaba Jim continuamente al final. Bonito mantra que nos perdimos hasta que hace poco pudimos disfrutar de la versión original.
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