Por la puerta de atrás, desde el lado oculto, allí opera Mary Gauthier. La tremebunda cantautora folk que abre vetas de desesperado fulgor en eso que han llamado country noir. Con la (mala) vida como cuaderno de ruta ejerce de reverso femenino de Townes Van Zandt y de Bob Dylan a la vez que retuerce las raíces de Leonard Cohen o Patti Smith con los que tiene más que ver de lo que parece a simple vista. Mary Gauthier ha visitado la parte amarga demasiado a menudo para no saber de qué habla cuando nos golpea con sus versos irredentos. Sed, hambre y la consiguiente resignación pueblan los dormitorios viciados y los callejones de una discografía oscura y volcánica, de poesía urbana y cósmica, de perdedores, vencidos y alcohólicos victoriosos. Mary es la cronista definitiva de un modo de vida que nadie quiere seguir pero todos quieren contemplar. Mejor tú que yo.
3 básicos
Drag Queens In Limousines **** (1999)
Su segundo arañazo ya ofrece mimbres magistrales. Country de apariencia dulce y corazón pedregoso amparado en guitarra acústica, teclados y la voz expresiva de nuestra protagonista. Sencillo, melódico hasta el tuétano y enorme en las distancias cortas.
Una copla: "Our Lady of the Shooting Stars"
Filth & Fire ***1/2 (2002)
Aquí la cosa se pone seria y lo abre con una pieza turbulenta, densa y oscura, costumbre que iba a repetir en sucesivas entregas. Pierde algo en la mayor profesionalización de un sonido que, aún así, no hay quien pueda quitarle la capacidad de sacudir, envenenar y embelesar. Más rock pero poco.
Una copla: "Sugar Cane"
Mercy Now **** (2005)
Su disco-río. Canciones caudalosas y largas preñadas de una nueva poesía. Una que aparece más volátil y tormentosa. Menos directa y más sugerente. Un disco para sumergirse y perder la conciencia entre callejones de tugurio, jeringuillas y orines. Tal vez su esfuerzo más completo y redondo, aunque por disfrute quizá me quede con el primero de los mencionados.
"Falling Out of Love" va desgranándose y la habitación se oscurece irremisiblemente. Es fundir los arpegios esqueléticos de guitarra con el susurro roto de la Gauthier y darse cuenta de inmediato de que algo va a pasar. Y ese algo explota en versos urgentes y negros con hoteles baratos, olores escatológicos y campanas de iglesia que anuncian una vida al margen del amor que es peligrosa y ruín. Suspiros sacrílegos y hambrientos que ruegan siempre lo mismo: "déjadme salir, liberadme".
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