Nadie podría haber convencido a Kurt Cobain allá por la mitad de los 80 de lo que le esperaba. En su mente cabía el deseo pero no creo que confiara en cumplir un sueño que tornaría en pesadilla al poco tiempo. Nirvana dinamitaron la industria desde dentro poniendo al rock alternativo en primera fila y captando legiones de fanáticos sin importar su procedencia, cultura, educación ni clase social. Invadieron territorios hasta hacía segundos vetados para lo underground convirtiéndose en el grupo más importante, adorado e influyente de los 90.
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A partir de aquí Kurt se vio obligado a lidiar con una fama para la que no estaba preparado. Su infancia había sido difícil con la separación de sus padres como eje. Cobain había sido un niño algo problemático y con un carácter claramente nihilista. Todo esto lo volcó en la escritura de canciones con las que toda una generación se iba a identificar para siempre. Con Nevermind, además, inauguró sin pretenderlo el grunge, un estilo que apostaba por revivir la dureza y autenticidad del rock clásico ya fuera desde el punk o el metal. Muchas bandas se unieron al rebufo del éxito de Nirvana y se alistaron a esta nueva corriente donde la forma de vestir tenía tanto que decir como la música. Camisas de franela y ropa desgastada se mezclaron con los sonidos de Black Sabbath, The Stooges, Led Zeppelin o Neil Young. En medio de este ambiente, Cobain tuvo que convivir con la celebridad y sus adicciones. Estos tiempos duros para él tuvieron su reflejo en la durísima continuación discográfica. Con Steve Albini a los mandos grabaron In Utero (1993), un disco donde redoblaban la dureza y la oscuridad en un paso claro hacia el abismo que les esperaba. Fue la última declaración musical de Kurt que se suicidaría de un disparo el 8 de abril de 1994.
Después de esta tragedia la banda se disolvió, aunque se han seguido editando discos más o menos interesantes con material de archivo. El legado del grupo con solo tres discos en vida es monumental y el expolio al que la viuda de Kurt Cobain, Courtney Love y el resto de componentes ha sometido al material sobrante es sonrojante y mezcla lo revelador para el fan con bromas privadas que no deberían haber visto la luz. La historia de siempre. Los gozos y las sombras del circo del rock & roll.
Bleach **** (1989)
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La belleza del harapo encontró su versión más perfecta en un disco más trabajado y abierto en el que flexibilizan la dureza y aportan melodías imborrables a unos riffs creados con las entrañas revueltas de alguien que tiene una urgencia agónica por expresar sus sentimientos. Amores en plenitud y el desgaste diario de lo que llamamos relacionarse, trabajado con mimo y mala leche. Un disco generacional con el que muchos nos enganchamos al rock para siempre. Una obra maestra que solo puede inspirar gratitud eterna.
In Utero ****1/2 (1993)
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Una canción
Por supuesto que no puedo elegir "Smells Like Teen Spirit". Kurt no me lo perdonaría si así lo hiciera. Me decanto por el lado más bestia del combo con este "Milk It" de letra siniestra y premonitoria, batería atronadora y que aúna esa calma disonante con tormenta desatada que tan bien dominaban los de Seattle. No apta para cardíacos. Pincha aquí.
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