martes, 2 de diciembre de 2014

Art rock torcido

The Modern Dance (Pere Ubu, 1978) 


ART ROCK TORCIDO. Nos engañaron con ese acople inicial y la desbocada "Non Alignment Pact". No, no era punk, era MUUUUCHO más. Con la pretensión de arañar el arte, parieron un disco extremo en muchos sentidos. Entre Captain Beefheart y Can, entre MC5 y Ornette Coleman debía haber un hueco para la expresión y los de David Thomas lo encontraron en su obra magna.

Rock visceral, raro y apetitoso. Guitarras en el filo, gaitas beodas, ruídos de cristales que estallan en tus neuronas. Todo un arsenal de recursos para demostrar que el arte serio pude ser lo más divertido del mundo. Para ello hay que buscar el equilibrio entre abstracción y humor, entre concepto y emoción. Pere Ubu lo logran más que nunca en una obra rugosa, histérica y sutil que nos golpea una y otra vez gracias a su infinidad de capas. Un disco que eleva la carne cruda del punk a la categoría de alta cocina, sin pretensiones y con la libertad a toda máquina. Por mucho que David Thomas se empeñe, esto le acaba gustando a cualquiera.

★★★★★

A1 Non-Alignment Pact 3:19
A2 The Modern Dance 3:30
A3 Laughing 4:37
A4 Street Waves 3:06
A5 Chinese Radiation 3:29
B1 Life Stinks 1:53
B2 Real World 4:00
B3 Over My Head 3:51
B4 Sentimental Journey 6:08
B5 Humor Me 2:44
Total: 36:37

El nombre de la banda lo sacan de la obra de teatro, "Rey Ubu" de Alfred Jarry. Cuando se estrenó en París, en 1896 provocó revueltas debido a su contenido salvaje, cómico y bizarro. Gran nombre pues para un grupo que se identifica plenamente con todos estos adjetivos.

Este disco oscuro y abstracto ha influido e influirá a generaciones. Sus secretos no aparecen a simple vista aunque tampoco es difícil discernirlos. Una rítmica poderosa reminiscente del krautrock teutón, una guitarra chirriante o rugosa según el momento y su marca estelar, esto es, la voz histriónica, expresiva y maleducada de David Thomas y el teclado de serie B de Allen Ravenstine. Este último es especialmente alabado por su técnica heterodoxa con el instrumento. En lugar de tocarlo como lo haría un pianista, Ravenstine se dedica a extraer todo tipo de sonidos, la mayoría relacionados con los sonidos fantasmales típicos de las películas de ciencia ficción de los 50. Un estilo que puede parecer superado a día de hoy, pero que creó una escuela inmensa. Hay quien incluso lo coloca entre los mejores teclistas de todos los tiempos. Poco que añadir.

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