FUNK. James Brown en un falso directo que se erigió en mito nada más salir. La canción titular que lo abre será para siempre el emblema de un disco de soul sudoroso y funk febril. Por su duración atlética y ese bucle rítmico obsesivo que reta la resistencia y somete a una hipnosis tórrida y lasciva, es uno de los mojones más emblemáticos en la impresionante hoja de ruta del padrino del soul.
Es toda una demostración de bravura comenzar un disco de una forma tan dura, pero aún más lo es el someternos a una montaña rusa de rhythm & blues salvaje sin dejar un momento de respiro. Brown gime y ruge como una bestia y guía con su bramido a una banda estratosférica en la que los vientos suenan huracanados y el bajo demencial. El disco es un puro medley donde gobierna el funk más inmisericorde, el cual solo se deja engatusar por un par de momentos baladísticos marca de la casa y un par de instrumentales que hacen de pausa entre actos para que el show pueda continuar inflamado y brutal.
La primera impresión es que se trata de un disco extenuante al que cuesta dedicar toda nuestra atención. La realidad de las escuchas acumuladas delata que no solo es cierto, sino que no hemos apreciado ni un milímetro de la inmensidad inabarcable de Sex Machine. Te va a dejar tirado en el suelo pidiendo la hora, cierto, pero en cuanto acabe vas a necesitar darle al play otra vez. Así de claro y así de simple. Demasiado negro, demasiado fuerte.
★★★★☆
No hay comentarios:
Publicar un comentario