La liturgia se abre con, quizás, el mejor momento del canadiense. El desgarro abre sus alas de albatros en "Avalanche", un alud sentimental que hiere con palabras durísimas. Reproches y anhelos tras el destrozo de una relación con la amante o con Dios. "Last Year's Man" es el retrato del artista atormentado y el dolor del parto creativo en grado sumo. "Dress Rehearsal Rag" es simple y llanamente la captura de un suicidio a cámara lenta. "Diamonds in the Mine" va sobre abortos, asesinatos y sequedad. "Love Calls You By Your Name" intenta alegrar el día pero te deja aún más pensativo y taciturno. Es cierto, el amor te espera y es especial y único para cada uno, pero siempre hay algo acechando, oculto entre la oscuridad y el escenario, entre el túnel y el tren, entre el traidor y su dolor y entre la víctima y la mancha. Demasiadas preguntas para poder soportarlo. Se hace necesario un momento de nostalgia como la maravillosa "Famous Blue Raincoat", recuerdos entre lágrimas sobre la melodía más melancólica posible. Un relato sobre un trío amoroso que parece sacado de su novela "Beautiful Losers" (1966). "Sing Another Song Boys" está llena de autismo y deseos insatisfechos. Y por último, "Joan of Arc", otro de los momentos clave del canadiense, se regodea en el sacrificio y el poder del amor. Un puntito de esperanza a pesar de su taciturna melodía. Porque al final toda esta pasión y este anhelo se consume en sus propias llamas entre la crueldad y el brillo.
Y aquí se acaba. Sin aspavientos, tras ocho temas sofocantes e intensos. Cohen vuelve a hacerlo de nuevo. Una vez más se muestra infalible a la hora de describir el alma humana. Desde el lado más oscuro posible esta vez. Una aproximación que apela a nuestra empatía y a nuestros terrores más inconfesables. Como decir que te encanta este disco, que te ha salvado la vida varias veces. Pocos serían capaces de admitirlo. No, Songs of Love and Hate nunca será algo de lo que estar orgulloso. Pero qué falta nos hace.
Aprovecharemos la ocasión. A Leonard Cohen no hay comparación ni literaria ni de ningún tipo que pueda venirle grande. Será que ya era un escritor reputado cuando decidió colgarse la guitarra o será que lo suyo con el arte siempre ha sido una cosa muy seria, pero con su obra, y este disco en particular, se agolpan las referencias a cual más leída y a cual más profunda.
Schopenhauer y su pesimismo laten con fuerza en los versos del poeta canadiense. Y más que nunca en este tercer disco, pero no quisiera dejar pasar la oportunidad de relacionarlo con ese fastuoso y abisal Carl Theodor Dreyer, cineasta danés de un compromiso y una visión personales e irrenunciables. Concretamente, supongo que lo adivinarán, me fijo en esa obsesión que es La pasión de Juana de Arco, cinta de 1928 en la que Dreyer nos fulmina a través de la interpretación sobrenatural de una Maria Falconetti hecha icono para siempre a través de la mirada del danés.
Unos planos cortos que retratan el alma humana y que no se me quitan de la mente cuando suena este disco. Por supuesto que por esa "Joan of Arc" que habla por sí misma, pero también por "Avalanch", "Love Calls You by Your Name" y demás piras funerarias en las que purgar los pecados, los anhelos y las derrotas más amargas.
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