martes, 27 de diciembre de 2016

Hombre de tierras duras

Tierras duras (El Cabrero, 1977)

FLAMENCO. "Así es el paisaje y entorno de "El Cabrero". La sierra, el llano, la jara, el polvo, los cardos, las matas, los trigales de secano, los toros, la tierra de pocos y el paro de muchos. Andalucía, 1977. Aznalcóllar (Sevilla). Manos sin trabajo: paro del reloj de los ángeles y los demonios. Máquinas que arrancan a cielo abierto las riquezas mineras del pueblo para llevarlas lejos, muy lejos, ... más allá de los pueblos blancos de cal y cantes. (...)" Francisco Millán.

Uno de los discos definitivos del cantaor de Aznalcóllar, este Tierras duras, define impecablemente su gigantesca figura. La de un artista sin aspaviento alguno, que sabe de dónde viene y a dónde va. Arraigado a su tierra, a su microcosmos, y con el enemigo detectado y en el punto de mira. A todo esto sabe este disco del año del punk. A tierra y a polvo. Un trabajo culpable de amplificar su alcance, no solo en el flamenco, sino en la cultura popular. Es normal en estos tiempos unir la figura de El Cabrero con la de otros outsiders como Johnny Cash o Woody Guthrie. Poco que ver en lo musical, cierto, pero no es ninguna barbaridad relacionar sus espíritus combativos y sus modismos al margen de los dictados de leyes o modas.

Estas conexiones no son para mí gratuitas ni banales. Para un aficionado al rock que se aproxima a esta música son más que bienvenidas. Aclaran y sugieren. Dan ganas. Hacen más llevadero el trayecto por la sequedad de estas tonadas polvorientas. Soleás, tarantos, martinetes, bamberas, tientos, fandangos, seguiriyas, serranas y cartageneras forman el repertorio de un disco de flamenco por derecho. Un artefacto pedregoso e indigesto en el que hasta las bulerías van por soleás. Así es nuestro hombre de negro. Siempre huyendo de lo fiestero, de lo frívolo, de lo superficial. Con él, como con John Lee Hooker sólo puede uno preguntarse cuán profundo lo queremos. Más, siempre más, aunque nos duela.

★★★

A1 Donde la voz corre y vuela 4:22
A2 Los dos trabajan la tierra 3:48
A3 No es que yo esté en rebeldía 2:58
A4 A la mancera "agarrao" 3:27
A5 En la cárcel yo me ví 2:42
A6 Desde la sierra al trigal 5:03
B1 No quiero cadenas 4:40
B2 Andaluz de paso lento 6:08
B3 Soy hombre de tierras duras 3:14
B4 Por su sierra y por su mar 2:59
B5 Con el sudor de tu cuerpo 2:54
B6 Que se convierte en locura 2:31
Total: 44:46

Hay que vivir en el sur para entenderlo, pero este disco suena a polvo, a campo y a una aridez que forma parte de nuestro paisaje y de nuestra sangre. Un sur desértico, pero rico en lo cultural y generoso con el forastero. Un sur como tantos otros sures del mundo, del Mississippi al Sáhara, de Atacama al delta del Níger. No tengo palabras para explicarlo, pero este disco suena a todo eso.

Por eso esto está más allá del bien y del mal, porque cuando suena me hablan mis ancestros desde la tumba de los siglos. Siglos de necesidad y hambre, de penurias y de emigración. Y no solo ellos, no sería justo remontarme tan atrás sin mencionar lo que más me toca. No puedo hablar solo de voces desconocidas. Por encima de ellas, resuena el eco de mis abuelos, mis tíos y mi padre, del que he heredado este disco para que me acompañe para siempre. Hay cosas que no se pueden despachar con una nota y cuatro palabras mal puestas.

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