OPERETA. "Comic opera, or light opera, denotes a sung dramatic work of a light or comic nature, usually with a happy ending."
Robert Wyatt se destapa tras el insondable "Cuckooland" (2003) con otra obra magistral. Su ritmo de producción reposado le permite reflexionar y planificar sus discos con un detallismo que acaba siendo definitivo para redondearlos, de ahí que haya podido firmar dos de sus mejores trabajos en el "ocaso" de su carrera. Un ocaso que no está siendo tal y que alumbra con fiereza a una de las voces más personales e imprescindibles de la música seria en los últimos cuarenta años.
Obsesionado por la lucha desde el lado del débil, ofrece un trabajo dividido en tres actos como las operetas clásicas, esas obras de carácter ligero con final feliz dirigidas a las clases populares. Aquí Wyatt demuestra su sensibilidad al ofrecer una obra respetuosa con el oyente al que trata, como en él es habitual, con un respeto religioso. No están las cosas perfectamente masticadas aquí, ni es esto un disco facilón, eso por supuesto. Otra cosa es que encontremos asideros de sobra a los que agarrarnos a la hora de disfrutar y digerir un disco precioso y evocador como pocos en su discografía.
Cada acto se desarrolla a lo largo de unos veinte minutos. El primero va sobre el amor y las relaciones. Una introducción acariciante y el cebo perfecto para engancharnos. Una vez atrapados aprovecha para hacernos reflexionar con los problemas sangrantes de nuestro mundo actual.
"El aquí y el ahora" con el que titula el segundo acto va de injusticias y protesta, con la religión, la corrupción y las guerras como diana. Una forma bastante directa de presentar las cosas, huyendo de la metáfora. Tan prosaico que necesitaba de algo más volátil para cerrar.
De ahí surge el tercer acto, "Away With the Fairies", donde nos transporta a un mundo de cuento de hadas en lo musical, pero de una forma un tanto irónica como para no olvidar la sangría que nos ha presentado en el acto anterior. Así, canciones como "Del Mondo" del grupo italiano CSI o "Hasta siempre comandante" de Carlos Puebla siguen siendo tonadas reivindicativas a pesar de sus mágicas sonoridades. También una "Canción de Julieta" que puede no parecerlo pero que acaba siéndolo por venir firmada por Federico García Lorca. Y es que al final ese irse con las hadas del título no deja de evocar a la muerte.
Pues vaya final feliz.
★★★★☆
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