Super 8 (Los Planetas, 1994)
POP GALÁCTICO. El principio de la leyenda, el estreno de la banda más grande que haya dado este país. O una de ellas, para que no escuezan los superlativos. Para mí y toda una generación nunca ha habido ni habrá un grupo como Los Planetas, y eso ya se ve en un estreno escandalosamente bueno, donde cuecen un pop de tintes ruidistas y letras despechadas y carnales como la propia vida.
Dicho esto, me parece a mí que Los Planetas ya eran muy conscientes de la importancia de la imagen o de la anti-imagen en el rock, siendo esta última una manera muy estudiada de presentarte en realidad. En estos primeros pasos ya se observa una intención de rodearse de malditismo con toda esa ambigüedad ante las drogas, esas gafas de sol y ese bañarse en influencias de las que dan caché en esto del indie. De ahí que no sea casual esa declaración de amor a Ian Curtis (Joy Division) al dedicarle "Desorden", o esa alianza más que patente con la perversión y el incesto materializada en esa "La caja del diablo" que los relaciona directamente con The Doors ("The End") o The Velvet Underground ("Venus in Furs"). A más de uno parece escocerle esto por impostura y hace que no pueda creerse la propuesta de los granadinos.
Sin embargo, con los años y los discos, ha quedado más que claro que Los Planetas nunca han ido de nada. Se han mostrado como son, con toda su mala follá, con un aire un tanto elitista y con una chulería como distante que les ha ayudado tanto como les ha perjudicado. Desde el segundo cero Los Planetas se mostraron como Los Planetas. Todo está ya aquí: los himnos pop imperecederos, las letras vengativas con el amor y desamor en eterna lucha, el ruído más preciosista que otra cosa, o el caramelo ácido de unas melodías irrepetibles. Super 8 es una demostración de fuerza irrebatible. Uno de los mejores estrenos que se recuerdan en la música independiente de este país. Un disco que crece y crece y se niega a envejecer con nosotros. Siempre nos deja atrás.
★★★★☆
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