GARAGE. A la izquierda de la Velvet Underground, Alex Chilton o Radio Birdman hay cosas aun más enterradas, más crudas y más especiales. Siempre las ha habido y siempre las habrá. Lo difícil es encontrar entre toda esa mugre un grupo como el que nos ocupa, un trío que pudo reinar y que, como tantas otras veces, será reconocido cuando ya no les sirva de mucho. En estos casos no vale eso de más vale tarde...
Fred Cole, líder y motor del trío, ya tocaba en los 60 como guitarrista de varias formaciones, coincidiendo con gente como los Kingsmen, Janis Joplin, The Doors o sus adorados Love. Con The Weeds, después The Lollipop Shoppe, llegó a ver cómo incluían un tema en el influyente "Nuggets" que recopilara Lenny Kaye. Después de esto, el silencio y el olvido, aunque en realidad nunca dejó de tocar en proyectos variados, hasta que fundó Dead Moon en 1987 con su esposa, Kathleen "Toody" Cole (bajo) y Andrew Loomis (batería). En realidad el grupo tampoco lo llevó a la gloria, pero sí pasó a un nivel de popularidad moderado, sobre todo en Europa, donde giraron sin descanso.
Sus ingredientes, esos que parecen tan sencillos y que acaban siendo tan difíciles de combinar. Sencillez, fiereza desde la dulzura más extrema y un espíritu de háztelo tú mismo que han conservado hasta el final. No deja de ser infame que casi nadie conozca a un grupo que lo tenía todo, y quiero decir absolutamente todo. Integridad, aura, sonido y canciones. Operando desde la independencia más extrema, con los medios más primitivos y limitados, esos que les han obligado a redoblar la creatividad, esos que les han impedido, bendito sea el demonio, poder permitirse un equipo más profesional, lo que habría matado esa crudeza pura y fresca que los ha hecho únicos.
Este es su debut y los presenta experimentados y certeros, con un gusto innato por la melodía y el vitriolo. No ocultan sus deudas al abrirlo con esa "Graveyard" tan 13th Floor Elevators y se definen a la perfección en el par de versiones que escogen. Una "Can't Help Falling in Love" que popularizara Elvis y que canta Toody con una dulzura casi infantil, como hiciera Mo Tucker con las más dulces de la Velvet, para llevarla a otra dimensión. Por el contrario, lo que le hacen a ese "Hey Joe", que ya versionaran Love, es metalizarlo y llenarlo de ácido. Y así entre las dos tenemos la síntesis perfecta del sonido Dead Moon. Una fórmula que los llevará a la cara b de la eternidad y que, aunque depurarían en esfuerzos posteriores, tiene su molde ya en este mismo origen.
★★★★☆
Total: 29 min.
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