GRUNGE. "Dust" estaba destinado a lanzar a la fama a unos Screaming Trees que llevaban más de una década luchando por su hueco. El anterior, "Sweet Oblivion" (1992), había sido una pequeña sorpresa para la discográfica merced a la aparición del grupo en la banda sonora de "Singles". Había pues muchas esperanzas puestas en esta continuación. Esperanzas que se vieron truncadas pronto. Cuatro años era demasiado tiempo para que el olvidadizo mundo del rock se acordara de esta banda semioculta en los bosques del noroeste y, aunque giraron durante casi dos años, contando con la colaboración de todo un Josh Homme, la cosa no cuajó y este se convertiría en el testamento en vida de los de Mark Lanegan.
Es cierto que además del lapso de tiempo entre uno y otro disco, aquí los Trees apuestan por rebajar esa tensión al rojo que tantos réditos les había dado. Esta se mantiene intacta en "Dying Days" con solo reventador de Mike McCready (Pearl Jam) y en una sulfúrica "Witness". Sin embargo, en el grueso del disco lo que mandan son las texturas propiciadas por la inclusión de sitares, cuerdas y teclados. Llamadme loco pero aunque sólo sea durante unos segundos llegan a sonarme al "Revolver" (The Beatles, 1966). Este lujo redunda en una hondura neopsicodélica que casa de manera espectacular con la voz portentosa de Lanegan. Los arrima aún más al blues y puede que por eso requiera más paciencia que sus pelotazos anteriores.
Tal vez por todas estas razones "Dust" no haya puesto al grupo donde merecía, pero el tiempo ha colocado al disco en un pedestal. Cuando salió, las luminarias del grunge ya habían entregado sus mejores trabajos y no tenían mucho más interesante que añadir. Lo cierto es que el canto de cisne de Screaming Trees goza de un estatus magnífico con los años y es capaz de mandar al carajo a la mayoría de discos de los supuestos popes del movimiento. Por algo será.
★★★★☆
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