TORMENTA EN OCRE. Scott Walker etiquetó este disco como la tercera parte del tríptico desolador que iniciara con Tilt (1995) y continuara con The Drift (2006). Estamos hablando de materiales pesados y discos densos, profundos y difíciles como la época que los parió. Pues bien, todo esto se multiplica en este tercero, haciéndolo el disco más oscuro, autista y brutal de esta trilogía y de toda su carrera.
Todo esto es algo a tener en cuenta antes de la inmersión. Hay que ir bien preparado, por mucho que eso tampoco nos vaya a salvar del impacto que supone un disco en el que Walker corta casi todas las conexiones de su música con la realidad. Sus letras, su concepto y su desazón surgen del mundo en que vivimos. En medio de la peor crisis económica y de todo tipo que se recuerda, este disco aventa los traumas y la angustia de los tiempos, pero lo hace con una música a la que no podemos agarrarnos.
Schoenberg, Stravinsky, machetes, pedos, ritmos salseros que salpican con ironía... En definitiva, las cosas más extrañas que se nos puedan ocurrir son los materiales sobre los que Walker ha trabajado durante tres años para grabar este cierre de etapa. El resultado, por supuesto, no podía ser nada que se parezca a lo que conocemos ni que podamos imaginar a priori. Bish Bosch es música experimental en el sentido estricto, sin concesiones a nada ni a nadie, abstracta y con los ganchos mínimos de rigor, que en este caso son mucho menos frecuentes que en los dos discos anteriores. Tal vez por eso sea el disco que menos me llega de los tres.
Los veintiún minutos de "SDSS1416 13B (Zercon, a Flagpole Sitter)" son el corazón y el resumen perfecto de lo que pasa en el álbum. Su parsimonia, sus dinámicas, su rareza, conforman un tema agresivo, hipnótico e insufrible. Un peaje altísimo que hay que pagar al enfrentarse a esta obra. Una carga que no ayuda a la digestión de un disco interesante como todo lo desviado, pero incomible como un bloque de hormigón.
★★★☆☆
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