Sunshine Superman (Donovan, 1966)
FOLK ROCK PSICODÉLICO. En su tercer disco, Donovan se pasa a la psicodelia. En un movimiento encomiable, se aleja del camino marcado por Bob Dylan y al que casi le empujaban, para destaparse como un creador y un explorador de primera. A él le debemos más de lo que él debe, por mucho que algunos todavía no lo quieran ver. Con él y otros cantautores de las islas como Davy Graham o John Renbourn, el folk empezó a abrirse a otras sonoridades, influyendo e influyéndose en una retroalimentación de resultados inabarcables.
Donovan completó con este disco un clásico que convertiría al artista en una encrucijada para el antropólogo musical siempre a la búsqueda de los orígenes de los diferentes estilos. "Sunshine Superman" hermana lo exótico con lo cercano, lo tradicional con lo rupturista, la India con el sonido más ácido de San Francisco, en definitiva el folk con el rock con parada obligada en un pop que ayudó a modelar también el bullente Swinging London de esos años. The Beatles se miraron en él en cierta forma, no me cabe duda, y él en ellos, y en Ravi Shankar, y en Jefferson Airplane, y de reojo, cómo no, también en Dylan. Mucha influencia norteamericana y no es de extrañar, el disco se publicó primero allí. Cuando salió en el Reino Unido, The Beatles ya habían sacado "Revolver" y The Rolling Stones, "Aftermath". Se le vio, por tanto, como un arribista, cosa totalmente injusta.
Y es que este es un disco con una personalidad más que trabajada. Un disco lleno de rock ácido sin rebajar, folk de corte blues con historias tintadas por lo medieval, un disco que está lleno de sitares y tablas por todos lados, pero también de guitarras eléctricas. Nada menos que Jimmy Page, todavía en los Yardbirds, metió su guitarra y John Paul Jones su bajo. El fruto más destacado de esta agresión es una "Season of the Witch" por la que mataría más de un rockero. Un temazo vitriólico que mantiene su vigencia merced a su sonido febril y sincopado. Una auténtica joya que corona un momento básico para entender todo lo que vendría después, sobre todo, al otro lado del charco. Los ballrooms, los viajes de ácido que eran los conciertos de Grateful Dead, la elasticidad de una música que aquí tiene su manantial. Ese estado primitivo que siempre contará con el encanto de lo inimitable.
★★★★☆
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