THRASH METAL. Como un obús, indiscriminadamente, el noveno disco de estudio de Slayer amenaza con reventarte los tímpanos y el alma durante buena parte de su metraje. Sólo levantan el pie del acelerador en una muy grunge "Deviance" que de todas formas acaba anegada en sangre también. Esa es la impresión inicial que deja un disco brutal y no siempre en el buen sentido.
La precisión suiza y glacial de Paul Bostaph les sirve para armar una obra industrial y pesada donde los redobles adquieren dimensiones mastodónticas. El decorado malsano y metalúrgico ideal para que Tom Araya se desgañite como nunca. Y lo hace casi en cada segundo del álbum. Un vaciado que parece más impostura que la cruda cotidianidad que antes parecía salirles sin esfuerzo.
Después de las críticas recibidas por el mediocre "Diabolus in Musica", los angelinos contestan con un salvajismo demasiado descerebrado. Está claro que no buscan hacer prisioneros, eso va en su ADN, pero este bombardeo masivo y sin sentido, sin importar las bajas ni los daños colaterales, es algo demasiado insoportable por muy metido que se esté en la religión de estos asesinos. No, tanta brutalidad sin control no da como resultado un buen disco. Aquí todo se les va de las manos y todo es tan ardiente que se evapora casi al instante.
★★☆☆☆
No hay comentarios:
Publicar un comentario