THRASH METAL. Conatos de rap, acercamiento a las formas del pujante nu metal de la época, cosas que no podían ir con los reyes del thrash. Slayer nunca ha sido ni será un grupo al que le vaya bien la innovación. Está bien que intenten salirse un poco del camino marcado, pero aquí lo cierto es que sus fans más acérrimos vuelven a tener razón al vilipendiarlos.
Y eso que tengo que reconocerle un cariño especial al primer disco completo que escuché y digerí de la banda. No obstante, ahora comprendo que por su culpa tardé en sumerjirme en las aguas encrespadas de su discografía. Siempre ha tenido un algo muy intrigante, un corazón que exudaba tensión y que no llegaba a la potencia de obras más o menos coetáneas como "Roots" (Sepultura, 1996). Un nucleo que me atrapaba con su oscuridad malsana, pero que también me repelía casi con la misma fuerza.
Sin duda todo esto también es mérito de una portada que podrá estar entre las peores del grupo, o al menos entre las que más se distancian de su estética original, pero que da mal rollo como ninguna. También es sintomático que abandonaran su mítico logo. Toda una declaración de intenciones en el disco más diferente del grupo, el más discutido y posiblemente el peor. No lo sé, pero ahora tengo una cosa clara y es que bueno, bueno no es.
★★☆☆☆
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