Para ello se meten de lleno en la improvisación instrumental a partir de la cual darían forma a los seis temas que conformarían su obra postrera. En un ejercicio de oportunismo bestial, Mark Hollis supo encauzar sus ansias experimentales con el hecho de haber firmado con una de las casas señeras del jazz. Él manifestaba su alegría por estar en un sello en el que habían estado The Mothers of Invention, pero seguro que tampoco se olvidaba de Ella Fitzgerald, Nina Simone o Duke Ellington.
Y es que ese aire de libertad se respira en un disco que bebe indudablemente del jazz, pero que sigue sonando a rock en muchos detalles. A un rock avanzado y nada acomodaticio, capaz de dejar hueco para instrumentos de cuerda, melódicas, harmoniums y trompetas. Pero sobre todas esas cosas, una música que respeta y se alía con el silencio para tejer pasajes de una belleza ingrávida y evocadora con poco o nada a lo que compararse.
Hollis cita entre las influencias para el disco cosas beatificadas como el "Tago Mago" (Can, 1971), "In a Sentimental Mood" (John Coltrane, 1963) o "New Morning" (Bob Dylan, 1970). Vale. En realidad, lo cierto es que la mayor influencia aquí son ellos mismos, más concretamente ese "Spirit of Eden" (1988), cuya estela siguen y junto al que redondean una dupla imbatible que está entre lo mejor que ha salido de la alianza entre el rock y la escuela de arte.
★★★★☆
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