martes, 2 de febrero de 2021

Como Ray Davies manda

Now I'm a Cowboy (The Auteurs, 1994) 


BRITPOP. Estamos todavía en los prolegómenos del estallido del Britpop. Es cierto que popes del movimiento como Blur, Oasis o Pulp ya se habían dado a conocer en mayor o menor medida, pero los grandes discos que reventaron el panorama o bien estaban por salir o lo estaban haciendo de la mano de este segundo plástico con el que Luke Haines se consagra como el más fino, el más elegante y el más gustoso de toda una generación. Y eso, ya lo sabemos, no tiene por qué ir de la mano del éxito ni de la fama.

Hay quien se empeña en compararlo constantemente con Brett Anderson o Jarvis Cocker y no es que no haya algo de eso, pero sopesando las habilidades y los logros de unos y otros, ¿quién debería compararse con quién? Luchar contra eso es una pérdida de tiempo, ya lo sé. Siempre ganará el más famoso en la confrontación. Por mucho que Haines demuestre en esta prodigiosa secuela de su mayestático "New Wave" (1993) que domina el arte de la canción como pocos. Por mucho que nos restriegue por la cara sus versos malditos una y otra vez. Esas historias llenas de dobleces y emoción pura. Esos cuentos de la Old Britannia adornados con guitarrazos grandiosos y cuerdas expresionistas.
 

Arriba y abajo
 

Deberíamos hacérnoslo mirar. A lo mejor estamos errando el tiro y en lugar (o además) de Jarvis Cocker y demás debemos mirar más alto. Arriesguémonos. Me da a mí que no nos vamos a pasar ni un milímetro si pensamos en David Bowie, Ray Davies o incluso Bob Dylan. Todos darían su dinero por alguna de estas composiciones. "Lenny Valentino", "New French Girlfriend", "Upper Classes", "Modern History"... y más, muchas más. Prácticamente todas las perlas de un rosario vibrante, eléctrico y bañado en un delicioso sopor decadente que lo hace absolutamente irresistible. Segundo disparo, segunda diana para los londinenses.

★★★★

 

Fijémonos en la portada de este disco y comparémosla con la del precedente, "New Wave" (1993). Su blanco no tan inmaculado, su foto en blanco y negro, el marco rectangular de la misma. Todo nos invita a la compulsión coleccionista que se desata cuando algo nos parece una serie, un pack, un díptico, ese yin que no queremos sin su yang.

No es la primera vez ni será la última que se usa el grafismo para relacionar discos de un mismo artista. El blanco y el negro se suceden en obras de Metallica (...And Justice for All (1988), Metallica (1991)) o AC/DC (Back in Black (1980), Flick of the Switch (1983)), por decir un par. También otros colores como el amarillo y el rojo que conectan los dos primeros discos de The B-52's.

Los ejemplos son ingentes. También podemos encontrar esta conexión gráfica en grupos que siempre han buscado una uniformidad estética de otra forma como The Smiths y sus famosas fotos de películas underground con predomino de personajes masculinos. O dípticos sin pudor para vocear su relación a gritos como esos Use Your Illusion de Guns N' Roses o esos Want (One & Two) de Rufus Wainwright.

No sé por qué será, pero esa uniformidad me vuelve loco. Será que veo en ella un propósito, un concepto, un intento por crear una estética con la que identificar al artista en cuestión. O será que soy gilipollas y no me entero de que simplemente van detrás de mi dinero. Qué más da, la felicidad está siempre por encima de la inteligencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario