jueves, 25 de noviembre de 2021

Hálito criogenizado

Thanks for the Dance (Leonard Cohen, 2019)

CANCIÓN EXHUMADA. La beatitud serena del último Leonard Cohen palpita en esta música con una belleza y una autenticidad pocas veces vista en los testamentos que nos endosan las discográficas y los familiares del artista fallecido de turno. Poco importa que todas estas tonadas hayan sido reconstruidas a partir de las pistas de voz del canadiense y sin su intervención ni visto bueno. Poco importa que estemos ante una obra-frankenstein orquestada, arreglada y erigida por Adam Cohen, hijo de nuestro héroe. Y tampoco tiene importancia la cantidad de gente que ha metido sus manazas aquí, de Daniel Lanois a Beck, de Jennifer Warnes a Damien Rice.

Como digo, todo esto importa poquísimo, porque el resultado habla de un trabajo bien hecho, de emoción y de grandeza para un proyecto cargado de todas las dudas del mundo. Se ve que el respeto de todos los músicos por el canadiense les ha hecho redoblar esfuerzos o no inmiscuirse en demasía, no podemos saberlo, pero lo que sí parece claro es que han encontrado la forma de que Leonard nos hable por última vez de forma clara y potente. Como si quisieran concederle la gracia de una despedida como merece.

He hablado de dudas arriba hacia un proyecto sospechoso. No podemos olvidar que las pistas vocales fueron sacadas de las sesiones de grabación de You Want It Darker (2016), por lo que comparten un mismo espíritu y esa misma belleza desangelada y terminal que las hace a la vez dolorosas y extáticas. Según comenta su hijo, habían hablado largo y tendido sobre los arreglos, instrumentaciones y los sentimientos que pretendía evocar con esta obra, pero es difícil no pensar que estamos ante unos bocetos que bien podrían ser descartes que no pasaron el filtro para entrar en la última obra que el canadiense vio publicada antes de dejarnos.

"No son ni descartes ni caras B" afirma Adam con rotundidad. Vale, podemos creerlo. Lo que es innegable es que estamos ante una colección de bocetos. Esa sensación, más o menos patente según el tema del que hablemos, revolotea durante toda la escucha de un disco que nos muestra de manera prístina el color ocre y apagado del último aliento del poeta. Y esto se materializa en canciones con un hálito extenuado, flores marchitas de belleza decadente y casi agónica. Todo un catálogo de fotos en sepia con el que poner a prueba nuestra necrofilia más recalcitrante. Y no digo que esto sea malo, que conste. Es más que digno, no diría que la joya que predican por ahí, pero sí elegante hasta decir basta.

★★★☆☆

1 Happens to the Heart 4:33
2 Moving On 3:11
3 The Night of Santiago 4:15
4 Thanks for the Dance 4:13
5 It's Torn 2:57
6 The Goal 1:12
7 Puppets 2:39
8 The Hills 4:17
9 Listen to the Hummingbird 2:01
Total: 29:18
 
Adam Cohen se tomó este trabajo casi como un mandato de su padre, como su último deseo antes de morir. Según comenta en las entrevistas, su padre, a la vista de que no iba a poder acabar el trabajo, le encomendó como tarea que acabara las canciones. Y eso hizo, no sin rodearse antes de pesos pesados del nivel de Beck, Daniel Lanois o Jennifer Warnes, entre otros.
 
 
Según parece, el hijo trató de seguir en todo momento los deseos del padre basándose en sus conversaciones y en toda una vida mamando el estilo y el gusto de su progenitor. Además, había producido el disco anterior, con el que Leonard había quedado más que satisfecho. Motivos, por tanto, para tener confianza en las intenciones y los resultados de una obra que, sin ser esencial en el canon del poeta, se gana su sitio y acaba reclamando más atención de la esperada.

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