London 0 Hull 4 (The Housemartins, 1986)
JANGLE POP. Disfrazados de pop tintineante, los norteños no pueden ocultar su pasión por la música negra en un blue-eyed soul que les chorrea por cada uno de sus paliduchos poros de ingleses de barrio marginal. Y lo hacen desde el norte, ese frío norte que no podemos despegar del humo, la contaminación y lo gris de una existencia por y para el trabajo. Un día a día que consiste en esquivar la lluvia y engullir tu trozo de pan duro lo más rápido posible.
Así de duro era el panorama en el que se desenvolvían los británicos a mediados de los 80. Los del norte al menos. Los de las grises y asesinas Manchester, Sheffield o esa Hull, que nadie sabe colocar en el mapa. Ciudades industriales, siderúrgicas o pesqueras. Hoyos infectos en los que el experimento neoliberal de Margaret Thatcher anidó con toda su putrefacción. Por eso no es de extrañar que Paul Heaton y los suyos atacaran desde el ala izquierda con todo un arsenal lírico en honor a Dios y a Marx (palabras textuales). Era inevitable. Por muy poético que uno se ponga, si tiene un mínimo interés en retratar la realidad que le rodea, no hay más narices que atacar al perro.
Con todo, los Housemartins lo hacen con una sutileza, con un saber estar, con una elegancia que echan para atrás. Por eso este disco huele a clásico desde el primer par de vueltas. Por eso este debut se alinea con obras del peso de ese Searching For the Young Soul Rebels (Dexys Midnight Runners, 1980), álbum hermano en poder de convocatoria, en euforia soul y en precisión sentimental. El de los de Hull no tiene los vientos de este último álbum, pero suple la carencia con melodías de fantasía, letras de enjundia y unos coros prodigiosos. Hay que escucharlo, sí, pero sobre todo hay que bailarlo y cantarlo hasta descoyuntarse y quedar afónico. Sí o sí.
★★★★☆
Este disco es un canto a la periferia desde su mismo título. En él tiran de orgullo pueblerino y golean a la siempre glamurosa Londres sin pudor. Paul Heaton siempre dijo que ellos solo eran el cuarto mejor grupo de Hull, lo cual dice mucho de su modestia y de su retranca. O sea, que en Hull puede que haya solo cuatro grupos buenos, pero es que en Londres no hay ni uno.
Podemos reírnos, podemos empatizar y también podemos ver en esto un grito de auxilio. La desesperación de toda la clase obrera hecha reivindicación por lo pequeño, lo local... Todo lo que la administración Thatcher estaba maltratando sin consideración en esos duros años. Así no es de extrañar que los músicos se posicionasen. No había otra salida.
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