martes, 10 de enero de 2023

Cuando no seamos más que un nombre

Brel [Les Marquises] (Jacques Brel, 1977)


CHANSON. "En la vida de un hombre hay dos fechas importantes: la de su nacimiento y la de su muerte. Todo lo que hacemos en medio no lo es tanto".

Jacques Brel dice adiós definitivamente con este disco una década después de su despedida oficial de la canción. Una obra que nadie esperaba ya, con el artista devorado por la enfermedad y alejado de la música desde hacía mucho tiempo ya. Demasiado, aunque no tanto como para que el mundo se hubiera olvidado de él. Un millón de copias, nada menos, se prensaron para su primera edición, algo impensable incluso en esos tiempos.

El belga a esas alturas de la película era más un nombre que otra cosa. Un nombre respetado hasta la veneración, pero poco más que eso. Cansado de esperar, su público estaba más pendiente de su maltrecho estado que de otras cuestiones, circunstancias que ayudaron al secretismo que rodeó a un disco con el que Brel, consciente de que le quedaba muy poco tiempo, pretendía ofrecer un testamento musical a la altura de su leyenda. Y lo consiguió con creces.

Aunque cada vez era más reacio a abandonar su retiro en Hiva Oa, en la Polinesia francesa, el cantante hizo una escapada a París, y con medio pulmón extirpado y el otro irradiado grabó su disco más emocionante, poético y profundo. Un canto a la vida desde ese rincón oscuro que se reserva a los condenados. Un álbum que, como digo arriba, estuvo envuelto de un secretismo como no se había visto hasta entonces. Esto incluía entregar las copias promocionales a radios y críticos dentro de cajas de seguridad cuyo código fue revelado a todos a la vez en la fecha prevista para evitar filtraciones de cualquier tipo.

Todo a la búsqueda de la sorpresa que la obra postrera de Brel merecía. Un auténtico regalo para los aficionados, que no podían más que frotarse los oídos ante lo que sonaba por sus altavoces. Una voz cansada, pero poderosa todavía, orgullosa, con ánimo aún para la acidez, pero sobre todo con una sabiduría y una elegancia que le hace entregar un buen puñado de sus canciones más hermosas, emotivas y desarmantes. 

Que un artista en el estado físico de Jacques Brel, y seguramente también mental, sea capaz de firmar cosas como "La ville s'endormait", "Le bon Dieu", "Orly", "Les remparts de Varsovie", "Voir un ami pleurer" o "Les Marquises", entre otras, no me parece normal. Será por eso que este disco sigue alimentando la imaginación de millones de melómanos en todo el mundo sin importar un bledo el idioma en el que esté cantado. Se llama emoción, señoras y señores. Y si no recuerdan bien a qué sabe eso, pónganse esta música hasta fundirse con ella.

A1 Jaurès 3:37
A2 La ville s'endormait 4:36
A3 Vieillir 3:42
A4 Le bon Dieu 4:44
A5 Les f... 3:27
A6 Orly 4:20
B1 Les remparts de Varsovie 4:06
B2 Voir un ami pleurer 3:53
B3 Knokke-Le-Zoute tango 5:10
B4 Jojo 3:11
B5 Le lion 3:27
B6 Les Marquises 3:53
Total: 48:06

Los discos de Jacques Brel casi nunca tienen título. Nada más allá del nombre del artista o una cifra. Este no es una excepción, aunque se diferencia en que si hay que buscar alguna pista en su portada, lo llamaríamos Brel, solo el apellido del belga. Con la desnudez del que lo tiene todo atado y bien atado.

De todas formas ese detalle en los álbumes del cantautor nunca ha detenido a público y crítica, los cuales siempre se las han apañado para bautizarlos y diferenciar así a unos de otros. Normalmente se escogía una canción, la primera o la más emblemática del plástico y punto. En este caso este disco es bien conocido como la canción que lo cierra, muy apropiado, ¿no creen? Les Marquises, un título demasiado entrelazado con los últimos años del cantante como para pasarlo por alto.

Brel siempre estará rodeado de una aureola fatalista, tanto por su trágica y temprana muerte como por unas canciones que siempre han bailado alrededor de sentimientos tan profundos que se pierden en la oscuridad. Sin embargo, o precisamente por eso, quién sabe, podemos imaginárnoslo perfectamente en medio del verdor y la fragancia selvática de esas islas paradisiacas donde se fue a morir. Lo que resulta de lo más lógico para un artista que ha celebrado la vida como ningún otro. Vivir no es algo serio ni grave y además es muy malo para la salud, decía. Y lo mejor de todo esto no es que sea verdad, sino ser capaz de entenderlo y asumirlo con deportividad.

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