ROCK. Trece años después de su último disco (no contemos ese Kettle Whistle (1997), que era más bien un refrito) vuelve la máquina trituradora de L.A.. Un regreso sonado y más que deseado, el cual se tradujo en una serie de conciertos que culminarían con este disco con material nuevo.
Todo un acontecimiento que acabó sorprendiendo a propios y extraños. Y es que Jane's Addiction suenan aquí totalmente reconocibles, con la intensidad al rojo y con unas ganas que engullen esos trece años de un bocado. Parece que estas canciones hubieran sido escritas y grabadas apenas unos meses después de ese glorioso Ritual de lo habitual con el que partieron peras.
Ya no estaba Eric Avery al bajo, una de las bazas más reconocibles del grupo, pero Chris Chaney cumple con creces y no se puede decir que esta acabe siendo una baja especialmente dolorosa. Navarro sigue encabritándose a las seis cuerdas como en los mejores tiempos, y Farrell, aunque más contenido, continúa mandando al micro imprimiendo el sello más carcterístico del grupo con su prodigiosa y a la vez irritante voz.
Así las cosas, parece claro que la banda cumple con creces. No se trataba de armar un álbum de esos que te cambian la vida, eso ya lo habían hecho antes, sino de reunir algo de material nuevo con el que dar nueva vida a sus directos. Creo que eso lo logran sin problemas. Misión cumplida.
★★★☆☆
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