AMBIENT DE SUPERMERCADO. La que lió Jean Michel Jarre con el lanzamiento de su tercer álbum no tiene parangón dentro de la música electrónica. Con Oxygène se convirtió de manera casi inmediata en el gurú a seguir a la hora de crear esa música ambient con sintetizadores que se iba a poner tan de moda entre los más culturetas en el último tramo del siglo pasado.
Y los motivos para esta adoración están bien a la vista: sonidos kosmische heredados del prototecno alemán vía Tangerine Dream o Kraftwerk, capas de teclados con pretensiones de emular las sinfonías más bombásticas de Bach o Stravinsky, y un engolamiento que puede ser confundido con una elegancia y una profundidad que yo no le veo a todo este batiburrillo.
Y no se la veo por derivativo, pacato y aburrido hasta el bostezo. Si pretende imitar la sensación de contemplación extática del minimalismo de digamos Steve Reich, le sobra grasa por todos lados. Y si pretende contagiarse de la grandeza inmensa de los grandes compositores clásicos, simplemente queda simplón e impotente a su lado.
Todo esto no le impidió batir todos los récords de ventas ni erigirse en la estrella más rutilante de esa nueva electrónica para adultos, cosa que le posibilitó diseñar espectáculos faraónicos en los que congregar a miles de personas rendidas a su influjo. Un influjo que, como digo, no consigo comprender.
★★☆☆☆
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