HARDCORE POP. La escucha de este disco a día de hoy viene indefectiblemente prologada por el conocimiento de la muerte prematura de su autor. Los excesos acabaron con él a los veintinueve años. Una vida vivida a mil por hora que encuentra su mejor reflejo en su música, tanto en su sonido como en lo prolífico de su producción.
Y es esta velocidad salvaje la que me ha engañado. Al principio me perdía en su frenesí, todo exceso y todo sangre. Es con las escuchas cuando al fin he podido apreciar los infinitos matices de este punk-pop al estilo Buzzcocks, pero con ese toque jarcoreta que lo hace todo más vertiginoso, más inasible y también más brutal.
El disco es lo que llaman un grower en toda regla. Cuanto más lo intentas con él, más recompensas encuentras. Es mucho más que brutalidad descerebrada. Y eso no me lo ha dictado ni nostalgia ni morbo alguno por la muerte del geniecillo de Memphis. Solo he tenido que pegar la oreja. Bueno, la verdad es que ya se ha encargado de llamarme la atención él solito.
★★★★☆
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