domingo, 5 de marzo de 2023

Hiroshima, mon amour

Quiet Life (Japan, 1980)

 

ART POP. Japan, y más en concreto David Sylvian, siguen con su búsqueda particular. Una búsqueda de sí mismos que les hace olvidarse de las guitarras de manera radical, o al menos estas pierden protagonismo en medio de una marea de sintetizadores y atmósferas que los emparentan con el Bowie berlinés, que estaba pegando tan fuerte por aquel entonces.

Tampoco habría que olvidarse del estilo vocal de un Sylvian que encuentra el que iba a ser su voz definitiva con ese empleo de su tono barítono en detrimento del gruñido con el que nos había regalado en sus álbumes anteriores. Un estilo que lo acerca de manera irremisible a ese Bryan Ferry, cuya banda, Roxy Music, tanto ha tenido que decir en el desarrollo de Japan.

Unas referencias que les granjearon bastantes críticas y ninguneos por una supuesta falta de personalidad que los colocaba poco menos que en burdos imitadores del grupo mencionado. Críticas que el tiempo ha acabado tachando de injustas ante la avalancha emocional de un álbum que iba a marcar el comienzo de su etapa más exitosa, también en ventas y fama, pero sobre todo en lo artístico.

Los críticos suelen colocar a este álbum como el pistoletazo de salida del movimiento de los Nuevos Románticos que bandas como Duran Duran o Spandau Ballet estandarizaron para exprimirle todo el vil metal que pudieron. No sé si se lo imaginan, pero David Sylvian renegó de la etiqueta desde el segundo cero. Para nada quería que los metieran en ese saco. Otra cosa es que no tuviera su influencia en el mismo. Eso, aparte de importarnos bien poco, es innegable. Tan innegable como que este disco es mucho mejor que cualquiera de sus posibles hijos no reconocidos.

★★★★☆

A1 Quiet Life
A2 Fall in Love With Me
A3 Despair
A4 In Vogue
B1 Halloween
B2 All Tomorrow's Parties
B3 Alien
B4 The Other Side of Life

Total: 45 min. 
 
 
Relacionar a esta banda con el país del sol naciente puede ser una obviedad, pero con este disco no me queda otra.
 
 
No es tanto por su sonoridad, sino por su ambientación. Por unas texturas que nos presentan toda una procesión de poses y rictus atravesados por la tragedia y a cámara lenta. Un detallismo en el gesto, en el rito, que es inherente a esa cultura. 

También, y no es menos importante, porque es un disco de mucha música y no tantas palabras. Todo lo cual, unido al blanco y rojo de su portada, acaba siendo demasiado como para no pillarse los billetes en All Nippon Airways. 
 
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