SKA. Cogiendo de aquí y allá, de lo negro y de lo blanco, del descontento y de la fiesta, los Specials se estrenaron por la puerta grande con un disco que celebraba el ska primigenio a la vez que se permitían el lujo de adornarlo con vientos y teclados de impresión, poner la guitarra en primer plano y embadurnarse de esa actitud punk que seguía permeando todas las esferas de la cultura popular en el estruendoso final de los años 70.
El primer disco de los de Coventry es especial por muchos motivos. Por ser el altavoz de una revuelta callejera que era bastante más que una pataleta contra el sistema. Por poner el dedo en la llaga y por hacerlo con ese aire festivo que tanta falta hacía. Por saber sonar insolente y cálido a partes casi iguales, cosa que no está al alcance de cualquiera. Y por supuesto, por hacerlo con unas bases instrumentales sólidas como la jungla de hormigón a la que le cantaban y con unas melodías absolutamente incontestables. Incluso yo, que no consigo entrar en el meollo de varias de estas canciones, tengo que reconocer que hay muy poco que reprocharles. Curiosamente, o no, producía Elvis Costello, con resultados finísimos.
Así, por mucho que se les eche en cara que esto es más rock and roll que reggae o que no hayan conseguido emular el sonido telúrico y absolutamente enraizado del primer ska, lo que logran los Specials con esta reformulación de los viejos postulados, con esta fiesta sin par, con esta singladura a medio camino entre Jamaica y el northern soul más británico, es mucho más que lo que se les pueda poner en el debe. Por tanto, no solo creo que se comete una gran injusticia al fiscalizarlos así, sino que me parece a mí que todos esos que escuchan esto con la ceja levantada y el gatillo fácil no se han enterado de qué va esto de hacer música. Pero lo más grave es que tampoco entienden los motivos más íntimos que nos llevan a consumirla. Allá ellos.
★★★★☆
Los Specials ocupan un hueco muy especial dentro de la historia de la música popular en las islas británicas. Al menos para mí, su espacio geográfico y temporal los coloca en medio de esa explosión punk que fue mutando y nutriéndose de tantas cosas, todas sustanciosas y todas periféricas.
Grupos hermanos que de alguna forma nutrieron y se retroalimentaron de la explosión caribeña de una banda que nunca dejó de sonar británica en toda la extensión del término. Tanto por sus letras, clavadas a la sucia realidad de su país en la época del thatcherismo más duro, como por su música, tan expresiva, tan de pub y tan blanca, por mucho reggae que le inyectaran.
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