The Doors
Los Angeles, CA, USA, 1965 - 1973
The Doors eran Jim Morrison a la voz, Ray Manzarek a los teclados, Robbie Krieger a la guitarra y John Densmore a la batería. Digo esto porque para mucha gente The Doors eran simplemente Jim Morrison y tres tíos más. Craso error, ya que el sonido del grupo y su conexión sobre el escenario se debe a la unión telepática de cuatro mentes igualmente responsables de una de las carreras más míticas de la historia del rock.
En los seis discos de estudio que editaron podemos marcar una falla a la mitad. Sería la que divide los primeros intentos de hacer un rock dramático en el que el elemento poético y teatral tenía un papel central para los devaneos libres de Morrison con una transición hacia el blues rock torpe y dubitativa al principio, pero impresionante al final.
Como ya he dicho, la banda nunca fue un mero accesorio. Suponían el ancla con la realidad, el perfecto contrapunto y los acompañantes incansables en los terrenos inexplorados en los que, sobre todo en sus conciertos, los adentraba Jim. Era lo más parecido a una comunión de talentos en los que las influencias eran las mejores que se podían soñar. Manzarek combinaba una formación clásica con elementos rockeros, Krieger siempre destacó su gusto por el flamenco y Densmore dejaba traslucir su amor por el jazz en cada redoble.
En 1969, The Doors estaban en la cima de la popularidad. Desde ahí solo se podía caer. Sin embargo no fue exactamente una caída libre. Aunque no empezaron bien, con un Morrison que estaba más por otras cosas, remontaron el vuelo a partir del 5º disco y pudieron ofrecer algunos de sus mejores momentos de siempre.
Esta segunda etapa se vio marcada por los escándalos de índole pública con Jim arrestado y enjuiciado por exhibicionismo y conducta inmoral, el veto de muchos organizadores de conciertos y la zambullida final en el blues que siempre había fascinado al combo. Precisamente en los últimos momentos, cuando se sentían más libres para componer y grabar casi cualquier cosa, Jim decidió exiliarse en París en un intento por evadirse del ambiente negativo, y por qué no decirlo, de la justicia que lo tenía cada vez más acorralado.
La sentencia no se llegó a ejecutar. Como es bien sabido, murió en París el 3 de julio de 1971. La causa oficial, un ataque al corazón. La rapidez del entierro, los escasos testigos y el secretismo general por parte de autoridades, amigos y su novia Pamela no hizo más que aumentar la leyenda sobre las causas reales e incluso sobre la posibilidad de que todo fuera una maniobra para escapar. No han sido pocos los que han afirmado haber visto a Morrison en tal o cual sitio tras su muerte. Dejando atrás conjeturas, lo que parece claro es que el Rey Lagarto nos dejó ese día. Muerto o no, se escondió de los focos y nos abandonó dejando un legado esencial.
"They are waiting to take us into
The severed garden
Do you know how pale and wanton thrillful
Comes death on a strange hour
Unannounced, unplanned for
Like a scaring over-friendly guest youve
Brought to bed
Death makes angels of us all
And gives us wings
Where we had shoulders
Smooth as ravens Claws
No more money, no more fancy dress
This other kingdom seems by far the best
Until its other jaw reveals incest
And loose obedience to a vegetable law.
I will not go
Prefer a feast of friends
To the giant family."
(Jim Morrison, "A Feast of Friends")
Tras la muerte de Jim el resto del grupo quedó destrozado (no solo anímicamente). Se antojaban difíciles los siguientes movimientos, pero ni cortos ni perezosos decidieron continuar con el grupo. Llegaron a barajar un cambio de nombre. Entre las opciones estaba ... And the Doors, por lo de Jim Morrison and the Doors. Al final lo mantuvieron y se lanzaron a la fabricación de dos discos infames. Ni siquiera dejaron que el cadáver de Morrison se enfriara para perpetrar un crimen musical. No es que no supieran tocar o componer. Eran músicos contrastados y su rock 'n' roll tenía cierta gracia. El problema era tratar de mantener una llama que sin su cantante era una sombra ridícula y bochornosa.
Sí, Jim, más allá
del mito sobreamplificado, era un frontman único.
Puede que no fuera el poeta genial que nos querían vender ni el
cantante prodigioso, pero su forma de escribir y de cantar eran
personales, intrigantes y tenían un atractivo avasallador. Si no era un genio sí que era un artista insustituible. Al final lo entendieron
y abandonaron el proyecto de seguir sin él. Al menos por el momento. A
partir de ahí, la inundación con reediciones, conciertos y material
inédito. Todo ello de un interés
variable y con la premisa de hacer caja por delante.
Mientras, los demás Doors se embarcaron en diferentes
proyectos. De ellos habría que denostar la reunión de 2002 sin
Densmore a la batería y con Ian Astbury en la voz. Se hicieron llamar The Doors of the 21st Century. Un caso más de destrozo de una memoria y de sinvergonzonería sin límite.
The Doors (1967). Su primer disco ya era una obra maestra. No podía ser de otra manera conteniendo una columna vertebral inimitable formada por "Break on Through", "Light My Fire" y "The End". Lo mejor es que el resto no solo acompañaba sino que resultaba clave para definir su sonido y su posicionamiento al otro lado de la inocencia hippy. No, lo de los Doors no era paz y amor sino algo más oscuro. Alienación y drama bañados en cabaret y noche. Una canción: Imposible... 3: "The End", "Break on Through" y "Light My Fire".
Strange Days (1967) El segundo disco en el mismo año y no hay síntomas de agotamiento. Superado el efecto sorpresa siguen siendo capaces de entregar perlas oscuras y poéticas con la pegada inmediata de "Love Me Two Times" o "People Are Strange" y tours de force épicos del nivel de "The End" como la tremenda "When the Music's Over". Una canción: "People Are Strange".
L. A. Woman (1971)
El
último disco. En él se ahonda aún más en la vertiente blues del grupo
con temas que suenan poderosísimos. La relajación interpretativa de Jim
combinada con esa rotura hiriente en su voz lo dotan de una solidez
increíble. Sí, es su segunda obra maestra. El cierre del círculo que
comenzaran en 1967. ¡Qué hermosa despedida! ¿Lo sabrían ya?
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