martes, 1 de marzo de 2011

Sacerdotisa punk


De artistas como Patti Smith se suele hablar cuando mueren. No porque no sean auténticamente grandes sino porque aunque los apreciamos mucho no podemos entender el alcance de su grandeza mientras los tenemos entre nosotros. Una artista que a su edad, ya venerable, ofrece esos conciertos tan explosivos y tan verdaderos. Una artista que sigue ofreciendo discos de altísimo nivel y a la que el tiempo no parece sino otorgarle más poder en sus interpretaciones, en su escritura y en su entrega, no parece ser de este mundo. Por tanto solo cuando nos falte podremos empezar a apreciar lo que ha sido. Lo que está siendo.

Patti Smith siempre sintió veneración por lo maldito. Siempre ha sentido adoración por los Stones y por Bob Dylan, por Jim Morrison y por Arthur Rimbaud. Por este último incluso ha confesado un deseo lascivo fuera de toda norma. No es de extrañar por tanto que escogiera el sendero sinuoso y difícil de la poesía a veces sucia y siempre sanadora para abrirse paso sin pedir permiso en un mundo de la música que cuando ella empezaba no estaba para admitir alegremente a cualquier advenedizo. Máxime si hablamos de rock y de una mujer que ofrecía su visión femenina y sangrante, su menstruación y sus dolores. Una visión que aunque no todo el mundo lo supiera era más que necesaria, urgente.

Entre orines y jeringuillas se estrenó con su obra magna, Horses (75). Con ella dio el pistoletazo de salida a una forma de hacer las cosas, más apasionada que virtuosa, más vomitada que analizada. Tras este escupitajo punk, siguió con otra terna de discos impresionante para retirarse durante casi una década dedicada a sus labores. La vuelta no fue lo que se esperaba aunque sirvió para mantener viva una llama que no debía apagarse. Por nuestro bien. Eso es lo que nos demostró con su segunda vuelta, ocho años después de la primera. Gone Again (96) fue un disco contundente y emotivo, sin fisuras. Un dechado de autoridad y gusto que sirvió para inaugurar una nueva etapa de la poetisa, en la que se encuentra inmersa, que iba a dar muchas alegrías para sus seguidores. Patti Smith sigue más viva que nunca. Se le ve generosa, falsamente altiva porque su humildad le puede. Ya lo sé, es muy consciente de su don. A veces demasiado. Pero lo importante de un gran poder es que conlleva una gran responsabilidad. No se me ocurre persona más indicada para ejercerlo. Sí, Patti es la más grande. Que nadie lo dude jamás.

3 básicos

Me pesa no incluir ninguno de Gone Again para acá, pero fríamente, este es el tríptico más clásico y mejor de la Smith.

Horses (75) *****
Un primer mazazo que venía a poner patas arriba el mundo del rock. Patti atacó frontalmente el dominio masculino con un disco que fluye en un cauce de desorden, detritus y palabras caudalosas. Una forma inédita de casar la poesía a veces feísta y otras íntima de una escritora de versos poderosa y una compositora visceral, anárquica y profundamente sabia. Esto llega. No en vano está ampliamente considerado uno de los mejores discos de la historia.

Una copla: "Land"

Radio Ethiopia (76) ****1/2
La continuación a su debut no podía ser más jugosa. Este es el disco de la reafirmación. El sonido pierde parte de su primitivismo para envolver canciones que se estiran hasta el máximo de elasticidad conjurando un misticismo que puede hacer que mear en un río se convierta en algo casi sagrado. Así de poderosa se encuentra la artista. También hay rock directo a la mandíbula en un disco que acaba anegado por la electricidad enfervorecida de la canción titular. Extraordinario y adictivo.

Una copla: "Pissing In a River"

Easter (78) ****1/2
El tercero en discordia no es inferior al segundo. Easter es el disco de la consagración. El último de una estirpe demasiado inflamada para durar. Este es el disco de "Because the Night" pero seríamos muy injustos si pensáramos que es lo único (o lo mejor) de una obra intensa y que culmina con la solemnidad catedralicia de "Easter" - la canción. Todo un canto a Rimbaud a través de la comunión de su hermana Isabella. Solo un ejemplo que por lo raro no casa con el desboque de perlas como "Space Monkey", "Rock 'n' Roll Nigger" o la dupla "25th Floor / High On Rebellion". Puro rock 'n' roll sin refinar.

Una copla: "Rock 'n' Roll Nigger"

Su mejor canción
"Dancing Barefoot" es todo un monumento al rapto, entendido este como el abandono al éxtasis hasta el punto de abandonar por unos instantes el cuerpo mortal. Con su letra gaseosa y volátil nos describe la entrega absoluta. Como la de una Jeanne Hébuterne, musa y compañera del pintor Modigliani, a la que la canción va dedicada. Esta tuvo un fin trágico fruto de una entrega total al pintor. También encuentro rastros de la inspiración de Patti en dicho drama. Sobre todo al final con su declamación mayestática y conmovedora.


"the plot of our life sweats in the dark like a face the mystery of childbirth, of childhood itself. grave visitations. what is it that calls to us? why must we pray screaming? why must not death be redefined? we shut our eyes, we stretch out our arms and whirl on a pane of glass, an afixiation, a fix on anything. the line of life, the limb of a tree, the hands of he and the promise that she is blessed among women. (oh god I fell for you ...)"

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