viernes, 28 de septiembre de 2012

The (un)lucky ones

Mudhoney es un nombre que puede asociarse a todo aquello que significa ser fiel a uno mismo. Hasta sus últimas consecuencias. Una de las muchas pruebas la encontramos en la alineación inamovible que, hasta el abandono del bajista Matt Lukin en el año 2000, completaban Dan Peters a la batería, Steve Turner a la guitarra y Mark Arm a la voz y guitarra. Desde entonces el bajo pasó a manos de Guy Maddison, el único cambio en una carrera pedregosa pero sólida y honesta como pocas.


El grupo surgió de las cenizas de Green River, honorable miembro de esa hermandad que junto a Melvins, Malfunkshun o Soundgarden, formaron la primera hornada de bandas de ese "sonido Seattle" que posteriormente explosionaría en ese polémico grunge. Green River es famoso, más que por su música, por ser la banda de la que surgiría el grueso de Pearl Jam y Mudhoney. De estos últimos, Mark Arm y Steve Turner fueron desde un principio el germen creativo definitivo. En sus guitarras anegadas por el fuzz y el wah-wah infernal y en la voz de un Arm suicida y venenoso latía la pulsión extrema de los mejores Stooges, el berrido primitivo del mejor Iggy Pop y las esencias de un rock de garaje a codazos con el punk más visceral.

Se estrenaron por todo lo alto en la ahora mítica Sub-Pop, con un single apabullante, Touch Me I'm Sick/Sweet Young Baby Ain't Sweet No More (1988), un total de seis minutos que todavía hoy suenan vigentes y poderosos. Solo era el comienzo. Sin tiempo para recuperarnos arrojan a la cara el EP Superfuzz Bigmuff (1988), una bofetada en toda regla al rock acomodaticio de los 80. Es precisamente en estos formatos cortos en los que la banda parece más cómoda. Son estos fogonazos los que mejor pueden recoger la furia y el estallido de su rock incendiario. En cuanto a sus discos largos, los tienen notables pero son más difíciles de digerir, más espesos. Quizás este sea uno de los motivos de que no triunfaran como sus compañeros de generación, aunque eso de que no llegaran al gran público les ha acabado ayudando.

Nirvana y Pearl Jam fueron los grandes beneficiados de la sacudida que tuvo lugar en Seattle en los 90. Mudhoney siempre estuvieron allí. Si no antes, sí a la vez, jugando con cartas más modestas. Nunca tuvieron un éxito en las listas ni pudieron llegar a codearse con los más vendedores, pero su honestidad y su coherencia les ha amasado una legión de seguidores fiel y crítica a la que mirar en cada paso que han dado. Y con esto han conseguido lo más importante. Canciones tremendas, un directo atronador y violento, el respeto de sus compañeros y el derecho a ser considerados grandes. Los afortunados.

3 básicos

Touch Me I'm Sick/Sweet Young Baby Ain't Sweet No More ****1/2 (1988)
Su estreno en Sub-Pop es un single de esos que se llaman generacionales. Cualquiera que oiga por primera vez el aullido de Arm al principio del disco queda prendado del grupo al instante y sin remisión. Y por si fuera poco, la cara B es un foso de succión mareante que demuestra que hay muchas formas de interpretar eso que llaman rock espacial. Apabullante.


Superfuzz Bigmuff ****1/2 (1988)
Este EP es la mejor colección de canciones que hayan publicado. Es redondo de pe a pa, urgente, visceral, una sacudida a los sentidos dormidos de una generación anestesiada por la radiofórmula y las baterías electrónicas. Este disco revivió una forma de hacer rock sin concesiones a la galería, con una batería demoledora y unas guitarras que dan título a uno de los mejores EPs que jamás escucharás.

Every Good Boy Deserves Fudge ***1/2 (1991)
El formato largo les venía un poco, eso, largo. Aún así, consiguen en este su segundo LP conformar una colección muy sólida con un puñado de exitazos underground que son los responsables de que el nombre de Mudhoney siga causando admiración entre el público más exigente. No todos sus paisanos pueden alardear de haber envejecido con la dignidad de este grupo. Envidia cochina.

Una canción
"Touch Me I'm Sick" fue el pistoletazo de salida para la banda y casi para el grunge. Todavía hoy no ha perdido ni una pizca de su agresividad y su capacidad para impactar al oyente. Empieza con un riff machacón del mejor punk garajero hasta que es partido en dos por el grito primigenio de Mark Arm como en las más grandes de The Sonics o 13th Floor Elevators. Y justo cuando parece que la canción no es para tanto te suelta eso de "Come on baby, now come with me, if you don't come, if you don't come, if you don't come, you'll DIE ALOOOONE!!"... Y ya estás perdido para siempre.

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