MELODRAMA. Senderos de traición habita en el recuerdo de mi generación como el pelotazo musical más grande que hayamos vivido en este país si exceptuamos el éxito de Mecano, claro. Sin duda todos recordamos lo que significó oir en la radio un tema tan potente como "Entre dos tierras" y ese "por fin" que bullía en nuestras mentes. Sin distorsión, pero con una pegada más que patente, el tema, la iconografía del grupo, el siguiente single ("Maldito duende"), el brutal trabajo promocional, todo se conjuró para lanzar al estrellato a estos maños.
Y a tantos años vista, podemos decir que aquí se queda el legado de la banda. Senderos de traición sigue siendo su mejor disco, como cuando empezábamos a oírlo. No han podido superar el peso de estas canciones tan bien producidas por el finísimo Phil Manzanera. Y eso que no son nada del otro jueves. A decir verdad, se inflan con la pompa y el boato de ese Bunbury que puede resultar odioso. En cante y en letras. Lo de Juan Valdivia es otra cosa. Él es el armazón aterciopelado sobre el que las canciones respiran y fluyen. Sus arpegios limpios, con ese toque ibérico entre densas capas anglófilas, quedarán para la posteridad y son los responsables de que perdonemos las tonterías de Enrique. Porque aunque es el disco de Héroes del Silencio más equilibrado en todo, incluyendo letras, todavía se escapan excesos imperdonables. Excesos que gracias a la solidez de la producción se digieren mejor. Cosas como "si hay destellos de magia entre los besos de la traición" pasan casi inadvertidas.
Estoy de acuerdo. El segundo álbum del cuarteto es un "hito". La profesionalidad de su grabación, el buen acabado de las canciones, todo supuso un antes y un después en las grabaciones en este país. En cuanto a su valía artística... también se puede considerar un "hito", aunque sólo sea para sus autores. Héroes estaban en la cima de sus poderes. Todo dependía de cómo gestionaran esa fama que, a pesar de todo, se habían ganado a pulso. Hoy sabemos lo que pasó después, y eso, lamentablemente, empaña cualquier resultado. Pero entonces no lo sabíamos ni queríamos saberlo. Tan sólo queríamos seguir engañados en nuestro fanatismo sin saber que a la vuelta de la esquina nos esperaba el beso terrible de la traición.
★★★☆☆
Siguen las serpientes marinas en su logo. Incluso las hacen más poderosas e icónicas si cabe, pero el mar que bañaba todo alrededor del grupo había sido sustituido por lo pedregoso, la sequedad interior que conocen tan bien en Aragón. (En la foto: Desierto de los Monegros).
El cambio es palpable y así me lo han hecho sentir. Portada, pose adusta, gravedad extrema y el sonido endurecido del álbum hablan de aridez, nihilismo y almas ardiendo. Con más o menos acierto y con más o menos profundidad, pero la pretensión siempre ha estado ahí. Y claro, a ver qué joven en los alrededores de la adolescencia puede resistirse a todo eso.
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